San Marcelo I Papa

En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como atestigua san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho. Fue expulsado de su patria y murió en el destierro tras ser denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto.

San Juan Calibita

En Constantinopla, san Juan Calibita, de quien se cuenta que durante un tiempo vivió en un rincón de la casa paterna, y después en una choza (kalyba) completamente dado a la contemplación, pasando desapercibido incluso ante sus propios padres, que después de su muerte sólo le reconocieron por un ejemplar del Evangelio, adornado en oro, que ellos mismos le habían regalado.

San Félix de Nola

En la ciudad de Nola, en la Campania, san Félix, presbítero, el cual, según cuenta san Paulino, mientras arreciaba la persecución fue encarcelado y sometido a crueles tormentos. Restablecida la paz, pudo reintegrarse a los suyos y vivió en la pobreza, hasta una venerable ancianidad, como invicto confesor de la fe.

San Hilario de Poitiers

San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, fue elevado a la sede de Poitiers, en Aquitania, en tiempo del emperador Constancio, el cual había abrazado la herejía arriana. Luchó en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, y fue desterrado por esta razón a Frigia durante cuatro años. Compuso los comentarios a los Salmos y al Evangelio de san Mateo.