El 22 de julio se celebra la festividad de santa María Magdalena, discípula del Señor.
El Santo Padre Francisco tomó la decisión de establecer la fiesta litúrgica de María Magdalena en el contexto del Jubileo de la Misericordia, para subrayar la relevancia de esta mujer que mostró un gran amor a Cristo. Es cierto que la tradición eclesial en Occidente, especialmente después de San Gregorio Magno, identificó en la misma persona a María de Magdala, a la mujer que derramó perfume en la casa de Simón, el fariseo, y a la hermana de Lázaro y Marta. Esta interpretación continuó y tuvo influencia en los autores eclesiásticos occidentales, en el arte cristiano y en los textos litúrgicos relativos a la Santa.
María Magdalena formó parte del grupo de los discípulos de Jesús, lo siguió hasta el pie de la cruz y, en el jardín donde se encontraba el sepulcro, fue la primera “testis divinae misericordiae”, como recuerda San Gregorio. El Evangelio de Juan que hemos visto narra que María Magdalena lloró porque no había encontrado el cuerpo del Señor y Jesús se apiadó de ella transformando sus lágrimas en alegría pascual.
Así, ella tiene el honor de ser la primera testigo de la Resurrección del Señor, la primera en ver el sepulcro vacío y comprobar la verdad de su Resurrección. Cristo tiene una especial consideración y misericordia hacia esta mujer que le manifiesta su amor buscándole en el huerto con angustia y sufrimiento, con “lacrimas humilitatis”, como dice San Anselmo.
Además, es precisamente en el jardín de la Resurrección donde el Señor le dice a María Magdalena: “Noli me tangere” (“No me retengas”). Es una invitación -dirigida no sólo a ella, sino a toda la Iglesia- a entrar en una experiencia de fe que va más allá de toda apropiación materialista y de toda comprensión humana del misterio divino. Tiene un significado eclesial. Es una buena lección para todo discípulo de Jesús: no busques seguridades humanas, sino la fe en Cristo vivo y resucitado.
Precisamente porque fue testigo presencial de Cristo resucitado, María Magdalena fue también la primera en dar testimonio de Él ante los apóstoles. Cumplió el mandato del Señor resucitado: “Ve a mis hermanos y diles…” María fue y contó a los discípulos: “He visto al Señor”, y lo que le había dicho (Jn 20,17-18). De este modo se convierte en mensajera que anuncia la buena nueva de la resurrección de Cristo; o, como decían Rabano Mauro y Santo Tomás de Aquino, “apostolorum apostola”, porque anuncia a los apóstoles lo que ellos, a su vez, anunciarán a todo el mundo. El Doctor Angélico utiliza acertadamente este término aplicándolo a María Magdalena: ella es testigo de Cristo resucitado y anuncia el mensaje de la resurrección del Señor, como los demás apóstoles.