El 30 de septiembre se celebra la festividad de San Francisco de Borja, sacerdote jesuita.
Este santo es natural de Gandía, Valencia, lugar en el que nació en 1510. San Francisco de Borja entró joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana del rey, Catalina. Se casó con 19 años y tuvo una familia numerosa, con ocho hijos. Fue hacia una década más tarde cuando murió la emperatriz Isabel de Portugal y él fue encargado de conducir sus restos mortales a Capilla Real. Cuando abrieron el ataúd para reconocer el cuerpo y ver el proceso de descomposición de la bella emperatriz, se dijo: “no servir nunca más a un señor que pudiese morir”.
Nombrado virrey de Cataluña, desempeñó su labor, compaginándolo con una honda vida de oración, comulgando diariamente, algo que escandalizaba a las gentes de la época, pues se pensaba que un laico ocupado de los negocios del mundo cometía un pecado de presunción si recibía con demasiada frecuencia la Eucaristía. Su mujer Leonor murió después de caer enferma. Se dice que escuchó la voz de Dios que le dijo que el querer la vida de su esposa “no te será ni para tu beneficio ni para el suyo”. Respondió: “hágase tu voluntad y no la mía”.
Ya había sido impresionado en Barcelona cuando se encontró con los jesuitas San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favro. Hizo los ejercicios espirituales entonces y emitió los votos de castidad, de obediencia, entrando a formar parte de la Compañía de Jesús en 1548.
Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Desempeñó el cargo de Superior General de la Compañía de Jesús, reconociendo que sus años como Virrey fueron providenciales a la hora de desempeñar esta tarea de dirección de la Compañía. Algunos lo consideran el segundo fundador en ese sentido.
Dos días antes de morir quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, reconocido como uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.