El 11 de abril celebramos la festividad de San Estanislao, obispo de Cracovia y mártir. 

Estrella brillante nacida en una familia de buenos ejemplos cristianos, Estanislao aprende pronto a recogerse en oración y a evitar la frivolidad y la mundanidad. En su camino hacia el servicio eclesial, estudió primero en la prestigiosa universidad polaca de Gniezno y luego, en París, se perfeccionó en derecho canónico y teología, pero para no engreírse, rechazó el título de doctor. Al final del periodo francés regresó a Polonia, porque era allí donde el Señor lo quería.

Ordenado sacerdote en la catedral de Cracovia, Estanislao se convirtió en el brazo derecho del obispo, dándose a conocer inmediatamente por su conducta austera e irreprochable: hacía penitencia, pasaba mucho tiempo leyendo y meditando las Escrituras. A la muerte del obispo fue elegido y consagrado como su sucesor en 1072 por orden del Papa Alejandro II, aunque Estanislao no lo deseaba. Fue entonces cuando Estanislao comprendió que si Dios quería que fuera su apóstol, debía vivir siguiendo el ejemplo de los apóstoles. Era un verdadero pastor a la guía de su rebaño: ayudaba a los enfermos y a los pobres, elaborando incluso una lista para no olvidar a ninguno de ellos. Abría su casa a todo aquel que necesitara una palabra de consejo o de consuelo, visitaba continuamente las parroquias de la diócesis y exigía a sus sacerdotes una vida ejemplar. No dudó ni siquiera en reprochar públicamente al rey Boleslao II, que en público era un valiente líder contra los rusos, pero en privado era un licensioso y violento criminal.

Estanislao se vio obligado a excomulgar al rey y ordenó a todos los sacerdotes que simplemente al verlo entrar en la iglesia, interrumpieran sus oficios inmediatamente. Para evitar a Boleslao, Estanislao mismo celebraba fuera de la ciudad (de Cracovia), en la iglesia de San Miguel. Fue allí donde lo sorprendió la venganza del desequilibrado soberano. Los guardias, a quienes se les ordenó matarlo, cayeron al suelo por una fuerza misteriosa. Entonces fue el propio rey quien desenvainando su espada mató al pobre e indefenso obispo.