El 9 de junio se celebra la festividad de San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia.
Efrén, originario de Nisibi, localidad de la antigua Mesopotamia, donde nació en el 306. La tradición de la Iglesia lo recuerda como “Efrén el sirio” y lo celebra como Doctor de la Iglesia. Una de sus peculiaridades es la de ser un profundo pensador cristiano –siendo uno de los más distinguidos de su tiempo – y al mismo tiempo un buen poeta. Efrén es capaz de abarcar ideas sobre la fe con la armonía de los versículos que tocan el corazón. Y lo que escribe, hace escuela.
La inteligencia y la erudición se combinan con un notable temperamento humano. A los 15 años, Efrén conoce el Evangelio, lo estudia con pasión, pero esto le cuesta la persecución de su padre, que es un sacerdote pagano. A los 18 años, recibe el bautismo y abre una escuela bíblica en Nisibi, siguiendo al obispo James en el Concilio de Nicea (325). Cuando la ciudad es asediada varias veces por los persas, Efrén deja la cátedra y se convierte en el héroe de la resistencia. Fibra de teólogo y de luchador, por lo tanto. Y de hombre de caridad. Para reducir el impacto de la hambruna que afecta en un momento determinado a Edesa, es él a arremangarse las mangas para garantizar la ayuda humanitaria a la población.
El pensamiento y la escritura son, sin embargo, sus mejores talentos, junto al canto. Efrén escribe mucho y de todo y lo hace con una gran calidad espiritual y estilística. Sus poemas y homilías en verso, sus himnos (la obra más amplia), los comentarios bíblicos en prosa tratan con perspicacia y belleza los ejes de la fe que tanto lo fascinaron: Dios Creador, la virginidad de María, la redención de Cristo … Afirma que nada en la creación está aislado y que el mundo, junto a las Escrituras, es la Biblia de Dios. La poesía es esencialmente el instrumento que le permite profundizar en la reflexión teológica “a través de paradojas e imágenes”, señaló Benedicto XVI hace algunos años hablando de él.
Edesa, ayudada en el drama de la hambruna, es la ciudad donde Efrén se trasladó permanentemente después de una peregrinación en el 362. Allí continúa su trabajo como teólogo y predicador y continúa también ayudando a las personas en primera línea cuando, más que del bolígrafo, hay una necesidad urgente de doblegar a quienes sufren. La cura a los enfermos de la peste es la última obra maestra, escrita con la tinta de la caridad, nacida de Efrén el sirio. Efrén muere en Edesa, víctima de la enfermedad, en el 373. Las crónicas no informan con certeza si él fue o no un monje. Ciertamente, siempre fue un diácono ejemplar, un servidor de todos por el amor de Dios y un cantante, “lira del Espíritu Santo”.