Comentario bíblico de la Pastoral Bíblica de Granada, al Evangelio del II Domingo de Adviento, el 7 de diciembre de 2025.

En el II Domingo del Adviento la liturgia introduce al segundo de los personajes del Adviento: Juan el Bautista. Su vida y su misión consistirán en una llamada a la conversión y en el anuncio de la llegada del Mesías, justo lo que nos pide la Iglesia para este tiempo, la conversión del corazón a través de la esperanza en su venida.

La primera lectura, escogida del libro de Isaías, trata de suscitar la esperanza de un pueblo que vive abatido por las problemáticas y sufrimientos del destierro; es ahí donde se anuncia que Dios no ha abandonado a su pueblo, que su historia no ha caído en el olvido, sino que más bien está a punto de surgir algo inesperado que cambiará el curso de sus días: “brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago” (Is 11,1).

Este precioso hecho es muestra de la ternura de Dios, ya que no va a comenzar otra historia que suplante a la primera, sino que la va a transformar desde dentro para que recobre su belleza original. Es por ello que se evoca de una manera idílica la paz a través de referencias a la convivencia pacífica de animales antagónicos: “habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos” (Is 11, 6).

El salmo precisamente reafirma esta realidad: que la presencia y cercanía de la llegada del Mesías inaugurará una época de serenidad y estabilidad: “Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente”.

La segunda lectura reafirma la continuidad en la voluntad de Dios para con su pueblo, subrayando “la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas” (Rm 15,8). Pablo exhorta a los romanos a vivir “teniendo entre ellos los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (cf. Rm 15,5); será esta comunión la que garantice poder mantener viva la esperanza y, de ese modo, poder alabar y glorificar a Dios.

El evangelio por su parte nos presenta la figura del Bautista, quien viene como precursor del Salvador, para exhortarnos también a cada uno a “preparar el camino del Señor” (Mt 3,3). Él se autodenomina “voz del que grita en el desierto” (Mt 3,3), ya que la Palabra es Cristo; Éste permanece mientras que la voz esta llamada a desaparecer. De Juan se dice que “llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”, es decir, caracterizado como un hombre austero y rústico. Como profeta está llamado a denunciar a la “raza de víboras” (Mt 3,7), predicar la conversión (cf. Mt 3,2) y anunciar el nuevo bautismo (cf. Mt 3,11).

LA PALABRA HOY
El Adviento es siempre un tiempo de gracia que la Iglesia nos regala para reavivar “las ascuas encendidas del Espíritu” que hay en nuestro corazón; por desgracia es muy usual que vivamos tan afanados en las tareas del mundo que olvidamos nuestra auténtica meta: el cielo.

Las contrariedades de la vida, los odios, las enfermedades, etc. nos hacen perder de vista hacia dónde hemos de dirigir nuestros pasos. Es por ello que necesitamos oír la voz del Bautista que clama en el desierto de nuestro corazón para despertar el deseo del encuentro con Cristo que viene, que vino, y que vendrá al final de los tiempos. Si hemos ensordecido a causa del ruido del mundo, busquemos en la comunión con los hermanos la posibilidad de enriquecernos aún con el eco de esa Palabra que resuena, que llega, y que está llamada a hacerse carne en nosotros.

Moisés Fernández Martín, pbro.

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