Elaborado por la Pastoral Bíblica.
El evangelio de Lucas es por antonomasia el evangelio de la mujer. No resulta raro que sea el que, con más claridad, nos detalle los gestos y palabras de María de Nazaret, primera discípula de Jesús. Nadie como ella para escuchar, acoger y vivir la Palabra de Dios.
¿DÓNDE ESTÁS? (Gn 3, 9-15.20)
Nuestro texto, plantea el problema de todos los tiempos, el problema del mal y su relación con el Creador. Si Dios ha hecho todo bueno (1,1-2, 4a), ¿entonces de dónde viene el mal? Es imposible que venga de Dios. El Señor ha puesto a disposición del ser humano todo lo creado para que lo cuide, lo disfrute y lo transforme, pero junto a ello le ha regalado uno de los dones más preciados, la libertad. Es lo que el relato mítico dibuja con el árbol del fruto prohibido. Pero el ser humano, decide no hacer caso a la Palabra de Dios y seguir sus propias opciones. Entonces empieza a aparecer en ellos nuevas realidades, hasta ahora desconocidas: toman conciencia de que están desnudos, rompen la solidaridad humana y se echan la culpa mutuamente. El pecado los separa…pierden la armonía que tenían entre ambos.
No obstante, el mal, no tendrá la última palabra. La descendencia de una mujer lo aniquilará para siempre. El texto lo expresa simbólicamente a través de una batalla entre la serpiente (símbolo del mal) y su descendencia, que lucha frente a la mujer y la suya. El autor del Génesis abre el horizonte a la esperanza. La iglesia primitiva releyó este texto a modo de proto-evangelio, como un anuncio mesiánico, descubriendo en la mujer a María, y en su descendencia, a Jesús.
SOSTENER LAS PREGUNTAS (Lc 1,26-38)
María es objeto de una mirada especial. Dios le envía su ángel apocalíptico, aquel que anuncia las decisiones últimas de Dios respecto al futuro de la historia: “yo soy Gabriel, el que está delante de Dios” (Lc 1, 19a). El saludo de este mensajero “alégrate” recuerda algunos textos veterotestamentarios que contienen esta palabra y exhortan a la alegría escatológica (Is 6,10; Jl 2,21-23; Zac 10,7). El “alégrate” encabeza el anuncio de la Buena noticia que se extenderá por todo el mundo. Según Lucas, la alegría es la respuesta a esa buena noticia que trae la salvación, a la irrupción de una nueva vida, a ese proyecto transformador de Dios. María es la agraciada, ella ha encontrado gracia ante Dios, ha sido elegida por él y tiene ante sí un futuro desconcertante: “concebirás”. Lucas presenta a María bajo el dinamismo sorprendente de la gracia, que culmina en la maternidad virginal. El nombre de gracia va acompañado de una frase singular: “El Señor está contigo”. Esta promesa de asistencia en la misión la encontramos en grandes personajes de la historia de la salvación (Jacob, Moisés, Josué, Gedeón, David, Jeremías). El mensajero sitúa a María entre los grandes salvadores de Israel.
María reacciona ante las palabras y se siente sobrecogida, sorprendida. María se conmueve, se maravilla ante lo nuevo e incomprensible. Dios puede hacer cualquier regalo, superando todo lo imaginable. Gabriel ha revelado a María lo que va a acontecer en ella. Le confía una misión de parte de Dios: ser madre a través de tres acciones: concebirás en tu seno, darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús. El mensaje es interrumpido por una pregunta de María, situada en el centro de la perícopa: “¿Cómo será esto pues no conozco varón?”. Su sorpresa, no es sólo por la ausencia de varón para la concepción, sino por la imposibilidad de dar a luz a un hijo que “se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33). El ángel del Señor responde a esa pregunta. María es destinataria privilegiada de un mensaje que es buena noticia para todo el pueblo. Le es revelado de este modo el plan de amor de Dios para con ella: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,35)
Ante este acontecimiento, la fecundidad de Isabel, que era estéril, se convierte en un signo. La Palabra de Dios se cumple, va a ver la luz. María se declara “sierva del Señor” como Ana, la madre de Samuel, cuando le suplicó al sacerdote Elí: “Que tu esclava encuentre favor a tus ojos” (1 Sam 1,18). María es llamada por Dios para una misión. Ella es la discípula que desde el comienzo acoge el Misterio de su Hijo en una actitud de obediencia, disponibilidad y aceptación.
LA PALABRA HOY
María es buen icono para estos “tiempos recios que estamos viviendo”. Son muchas las preguntas que nos están sacudiendo, y que a veces ni nos atrevemos a pronunciar porque no tenemos las respuestas. María también supo dejar que su desconcierto y sus preguntas afloraran. Es más cuando no entendía conservaba las cosas, y las meditaba en su corazón (Lc 2,19.51). Esperaba, rumiaba, las dejaba estar.
En este momento que vivimos también tenemos que aprender a sostener las preguntas que nos llegan. Detrás de cada reflexión, cada noticia, cada Palabra de Dios, cada situación… ¿qué pregunta me aflora?. Déjala estar. Las respuestas rápidas matan la novedad. Hemos de desactivar nuestro afán de respuestas rápidas e inmediatas, a fin de evitar la tentación de huir de las preguntas primeras o de sentido. Dejarlas en “stand by”, rumiarlas, darle vueltas, reflexionarlas. Dejemos que las preguntas hagan brotar en nosotros la creatividad necesaria para re-crear y re-generar otro mundo. Al igual que María, seamos peregrinos en la fe.
Mariela Martínez Higueras, OP