Comentario bíblico al Evangelio del 1 de enero de 2026, Santa María Madre de Dios y Jornada mundial de la paz, realizado por el Secretariado diocesano de Pastoral Bíblica.

A comienzo del nuevo año y junto a María, queremos invocar de Dios sobre toda la humanidad la bendición de que nos habla el libro de los Números. María madre de Dios, madre de la paz, enséñanos a ser y vivir en comunión y en fraternidad con todos los seres humanos.

“BEN-DECIDOS” (Nm 6,22-27)
Este breve pasaje recoge una de las fórmulas más antiguas y hermosas de bendición del Antiguo Testamento. No se trata de un deseo piadoso, sino de una bendición eficaz, que comunica lo que pronuncia, porque es Dios quien actúa a través de ella. La bendición se estructura en tres invocaciones, con un ritmo solemne y creciente, que revelan el corazón del Dios de Israel:

1. “El Señor te bendiga y te guarde”
La bendición comienza con la protección. Dios cuida, custodia, preserva la vida. No es un Dios lejano, sino cercano, vigilante, comprometido con la historia concreta de su pueblo.

2. “El Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor”.
El “rostro” de Dios expresa su presencia benévola. Que Dios muestre su rostro significa que no se esconde, que mira con amor, que concede gracia. Frente a los dioses anónimos o temibles, el Dios bíblico se deja ver como misericordioso.

3. “El Señor vuelva su rostro hacia ti y te conceda la paz”.
Culmina con el don de la paz (shalom), que no es solo ausencia de conflicto, sino plenitud de vida, armonía con Dios, con los demás y con uno mismo. Es el don mesiánico por excelencia.

“GUARDAR ESTAS COSAS Y MEDITARLAS EN EL CORAZÓN” (Lc 2,16-21)
María, de nuevo, protagoniza la escena del nacimiento de Jesús. Después del anuncio del ángel a los pastores, estos se convierten en mensajeros, en portadores de revelación que les ha sido anunciada. Después de haber visto a Jesús, dan a conocer la palabraacontecimiento, y se convierten en testigos.

La reacción de María, sin embargo, es replegarse hacia su interior: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19). María escucha la palabra-acontecimiento, la guarda y la rumia en su corazón, tratando de comprender lo que ha ocurrido en su vida. María por ello, además de ser madre, es discípula.

El texto también nos narra el rito de la circuncisión junto al de la imposición del nombre al niño, ya anunciado a José, con el que se le confiere su misión: “Le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21).

LA PALABRA HOY
La bendición que escuchamos hoy no es una fórmula antigua sin vida, sino una palabra que Dios sigue pronunciando sobre su pueblo. En medio de cansancios, incertidumbres y miedos, el Señor nos recuerda que no caminamos solos: Él nos bendice y nos guarda.

Cuando Dios hace “brillar su rostro” sobre nosotros, nos está diciendo que nos mira con ternura, que no aparta la mirada ni siquiera cuando nos sentimos frágiles o indignos. Su favor no se gana, se recibe. Y esa mirada amorosa es la que nos devuelve la dignidad y la esperanza.

El culmen de la bendición es la paz. No una paz superficial, sino el shalom, la paz que sana, que reconcilia, que ordena la vida por dentro. Es la paz que necesitamos en nuestras familias, en nuestras comunidades, en esta “sociedad del cansancio” (Chul
Han).

Esta bendición también nos compromete. Quien ha sido bendecido está llamado a convertirse en bendición para otros: con gestos de cuidado, palabras que animan, miradas que acogen y acciones que construyen paz.

Mariela Martínez Higueras, OP

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