Elaborado por el Secretariado Diocesano de Pastoral Bíblica de la Archidiócesis de Granada.
El evangelio de hoy es uno de esos textos que en ocasiones no quisiéramos leer. Amar a los enemigos, el perdón, el poner la otra mejilla ante situaciones que generan rupturas…nada de la propuesta de Jesús para transformar la realidad, nuestro mundo, es fácil para el ser humano. Tendremos que abrir nuestros oídos a la escucha profunda de Dios misericordioso con todos los seres humanos, incluso con aquellos que lo rechazan.
CAMINAR EN JUSTICIA Y LEALDAD (1 Sm 26,2.7-9.12-13.22-23)
El texto de la liturgia de hoy se encuentra en el primer libro de Samuel, narración que forma parte de la llamada Historia Deuteronomista, junto a otros libros como: 2 libro de Samuel, Josué Jueces, 1,2 Reyes. Esta historia narra los acontecimientos del pueblo israelita desde la conquista y el reparto de la tierra hasta la caída del Reino del Sur (587 a. C.) en manos de los babilonios.
El relato que nos ocupa pertenece a la narración de la etapa de la monarquía unida de ambos reinos, Norte y Sur, tiempo de Saúl, David y Salomón (IX-X a. C). En necesario mirar un poco hacia atrás, en la historia, para entender con claridad el texto que tenemos delante. Saúl es el primer rey de Israel, monarquía pedida por el pueblo para su gobierno, aunque no todos estaban de acuerdo (1 Sm 8). Durante el reinado de Saúl, va a aparecer un joven pastor llamado David, hijo de Jesé, que tras vencer al gigante filisteo Goliat (1 Sm17) entra a formar parte del ejercito del rey logrando grandes éxitos militares (1 Sm 18,5). Sin embargo, la popularidad de David hará que Saúl, lo vea como una amenaza a derrocarle del trono, por lo que decidirá asesinarlo (1 Sm 19,1-2) llegando a arrojarle una lanza para matarlo (1 Sm 19, 11-12). David huye y Saúl sale tras él con su ejército.
Precisamente aquí se sitúa nuestra narración. David baja al campamento de Saúl y encuentra a su ejército e incluso al mismo rey dormidos. Según el texto, el mismo Dios les había hecho entrar en un sueño profundo. Los hombres cercanos a David le instan a matarlo, sin embargo, David no es un hombre vengativo ni desea la muerte del rey; solo se conforma con llevarse su lanza y el jarro de agua. Los objetos se convierten así en pruebas para verificar la nobleza y la capacidad de perdón de David que le ha llevado a perdonarle la vida a Saúl. David, no opta por la venganza sino por el perdón. Como decía Calderón de la Barca: «Vencer y perdonar, es vencer dos veces.»
LA MISERICORDIA CLAVE DE LA VIDA (Lc 6,27-38):
El evangelio de hoy es continuación de las bienaventuranzas que escuchamos el domingo anterior, cuyo material lo encontramos en el llamado documento Q, y que coincide con el sermón del monte que aparece en el relato de Mateo (Mt 5,38-48). El evangelista abrevia el discurso mateano, centrándolo en el amor gratuito.
Lucas dirige su enseñanza a los miembros de su comunidad: “los que me escucháis”. Es una catequesis sobre la nueva conducta moral que han de vivir aquellos que han decidido seguir a Jesús y ser ciudadanos del Reino de Dios. El evangelista considera que la nueva identidad del discípulo conlleva necesariamente un nuevo comportamiento.

De este modo el texto nos acerca a la nueva moral cristiana con tres afirmaciones: 1) amar a los enemigos, y esto se muestra haciendo el bien a los que nos odian, bendiciéndolos y orando por ellos, 2) ser hermano con el violento, presentando la otra mejilla, dándole la túnica, dando siempre. 3) La razón para actuar así es doble, por un lado, la llamada regla de oro, reconocida en muchas religiones como principio moral básico: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Por otro, se alude a la filiación divina. Los hijos han de actuar como el Padre cuya generosidad le lleva a hacer el bien a todos, incluso con los malvados y desagradecidos. Por eso termina parafraseando la expresión levítica: “Sed santos como vuestro padre es santo” (Lv 19,2; 20,26). Lucas considera que la santidad de Dios tiene su máximo exponente en su misericordia, por eso anima a su comunidad a “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”.
El evangelio nos está presentando que la vida cristiana no es sólo una cuestión interior, sino que esta nueva vida ha de traducirse en actitudes y comportamientos concretos. La nueva fraternidad del Reino se inaugura ya aquí y ha de notarse en nuestra forma de tejer las relaciones humanas. La gratuidad, la generosidad, el perdón e incluso el amor a los enemigos serás signos distintivos de la vida cristiana.
LA PALABRA HOY
Las lecturas de hoy nos interrogan sobre nuestro actuar en la vida cotidiana. Aún resuena la pregunta que Jesús hace a sus oyentes, si nos ajustamos a lo que otros nos hacen de bien para responder de la misma manera ¿qué merito tenemos? El actuar del Padre con entrañas de misericordia es la razón del actuar de Jesús y del nuestro. Ir más allá de lo que recibimos, amar a aquellos que nos rechazan, orar por todos, amigos y enemigos, poner la otra mejilla rechazando la violencia…que buen plan de vida en la construcción de un mundo más justo y más humano. La misericordia necesita instalarse en nuestra casa.
Carmen Román Martínez, OP.