De la Pastoral Bíblica de la Archidiócesis de Granada, para el domingo 15 de diciembre de 2024.
Llegamos al tercer domingo del Adviento y nos encontramos prácticamente en el ecuador de este precioso tiempo litúrgico; este día, llamado también “Domingo Gaudete”, es decir, “Domingo del Gozo”, la Iglesia dirige nuestra mirada hacia el final del camino, y es por ello que nos invita a estar alegres, a vivir anhelando el gozo propio del Nacimiento del Salvador.
El Señor exulta y se alegra contigo
La primera lectura de este día pertenece al profeta Sofonías, el cual invita al pueblo de Israel a regocijarse porque, a pesar del tiempo tan duro, convulso y complicado que les ha tocado vivir, ha llegado un gran anuncio: “El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo” (Sof 3, 15).
Cuanta ternura por parte de Dios que dirige palabras de consuelo y esperanza al pueblo afligido por tantas contrariedades vividas; es por ello que continúa levantando su ánimo: “¡No temas! ¡Sion, no desfallezcas!” (Sof 3, 16).
De este modo podemos llegar a entender la fuerza que poseen estas palabras “Alégrate hija de Sion, grita de gozo Israel” (Sof 3, 14), y es que se aproxima ya la llegada del Mesías, aquel que hace posible que “El Señor tu Dios está en medio de ti” (Sof 3, 26), y no se conforma solo con eso, sino que además quiere compartir contigo este gozo y para ello “te renueva con su amor” (Sof 3, 17).
A modo de síntesis de todo este anuncio el salmista de hoy proclamará con confianza y fuerza aquella hermosa invitación del cántico de Isaías: “gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12, 6).
La paz de Cristo custodia nuestro corazón
Pablo por su parte nos pone en guardia para no perder esta alegría que llega con la presencia del Señor; para este fin nos recomienda no perdernos entre los afanes de la vida y evitar los excesos, de este modo será “la paz de Dios la que custodiará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús” (cf. Flp 4, 7).
Y, ¿cómo hacemos nosotros entonces?
El domingo pasado, al coincidir la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María con el segundo Domingo del Adviento, no pudimos escuchar el evangelio correspondiente, en el que aparecía ya la figura de Juan el Bautista y nos invitaba a preparar el camino al Señor. Ahora damos un paso más y el evangelista Lucas nos aclara cómo se prepara de verdad el camino al Señor: a través de la caridad concreta, siendo humildes para saber estar en el lugar que nos corresponde y no oscurecer la llegada de Aquel que viene a salvarnos y alejando de nosotros la extorsión y la opresión.
La Palabra hoy
El tiempo del Adviento es un tiempo de conversión, pero es distinto de la Cuaresma puesto que no es un tiempo penitencial. La conversión durante este tiempo de gracia ha de vivirse desde la purificación del deseo, para poder anhelar verdaderamente la llegada del Mesías y alegrarnos por ello.
Cuando el Señor está presente brota la alegría como el agua de una fuente. Este es el motivo por que san Pablo nos ordena hoy estar alegres; pero, ¿puede alguien mandarnos vivir alegres? La respuesta es “sí”, sobre todo si quien lo hace es Dios, porque esta alegría no procede de una emoción o un sentimiento, sino que es un don suyo, el fruto de saber que Él está con nosotros porque es el Enmanuel. El Señor llega y “nos renueva con su amor” (Sof 3, 17), es por ello que nos alegramos; pero al igual que la alegría no se vive de manera aislada, sino que adquiere mayor fuerza y luminosidad cuando se comparte, también el amor; de este modo podemos entender la invitación de Juan el Bautista a compartir lo que tenemos, a no oprimir ni aprovecharnos de nuestra posición, sino más bien servir y amar en todo lo que hacemos.
Hoy en día muchos son los que vienen a decirnos qué tenemos que hacer, pero ¿qué persiguen con sus consejos? ¿que compremos lo que venden, que nos suscribamos a su canal, que los sigamos a ellos, que no prestemos atención a la realidad para evadirnos? Juan Bautista nos propone un modo de actuar para poder acoger al Mesías, al Hijo de Dios hecho carne, Jesucristo, y con él la libertad y la salvación. No se puede acoger a Cristo si no acogemos al hermano, no podemos acoger a quien nos la libertad imponiendo nosotros cargas pesadas, no podemos acoger al Redentor esclavizando a otros. Ciertamente la salvación es un regalo, pero requiere de nosotros una apertura, una disposición generosa y compasiva. Comencemos dando lo posible, lo que tenemos, para que así podamos obtener lo imposible, es decir, aquello que nos trae el Señor.
Moisés Fernández Martín, Pbro.