Elaborado por la Pastoral Bíblica.

Comenzamos el tiempo de Cuaresma. Es el tiempo en que se nos invita especialmente a escuchar la Palabra, a acogerla y a hacerla vida. En este primer domingo, la liturgia de la Palabra nos conduce al espacio de la intimidad y del encuentro con Dios: al desierto.

Siguiendo el ciclo litúrgico, leemos el relato de las tentaciones de Jesús tomado del evangelio de Marcos. El evangelista es escueto. A diferencia de Mateo y de Lucas, no describe cada una de las tentaciones, ni las respuestas de Jesús a las propuestas del tentador. No obstante, Marcos narra lo esencial para sus lectores de ayer y de hoy.

JESÚS ES EMPUJADO POR EL ESPÍRITU AL DESIERTO

Ir al desierto es un movimiento espiritual. El Espíritu conduce a Jesús al desierto, él se deja conducir y allí permanece cuarenta días; una cifra que, sin duda, evoca en el lector el recuerdo del tiempo que el pueblo de Dios caminó hacia la tierra que Dios le regalaba.

En hebreo, el término ‹‹desierto›› es mdbr y contiene las mismas consonantes que el término “palabra”: dabar (dbr). El desierto es el lugar de la escucha. Acogiendo la Palabra de Dios, el pueblo es educado en la fe, guiado pedagógicamente hacia un nuevo espacio de vida: la tierra de la libertad. El lugar árido e inhóspito es, paradójicamente, el espacio propicio para percibir la voz de Dios. La experiencia del límite, la vulnerabilidad y la pobreza prepara al ser humano de manera particular para situarse de una nueva forma y afrontar los retos de la propia existencia. En el desierto, junto a la Palabra, se escuchan otras palabras tentadoras que niegan la acción salvífica de Dios y que ofrecen como alternativa la posibilidad de acoger las antiguas palabras de esclavitud.

JESÚS ES TENTADO

En la soledad y el silencio, viviendo entre alimañas, Jesús dice “sÍ” al Padre y no al tentador. La tentación pone ante nosotros nuestras pobrezas para realizar el proyecto de Dios. Afirma el evangelista Marcos que Jesús se dejó tentar dando a entender que en todo se hizo como nosotros (Cf. Hbr 4,15), y que venció la tentación zafándose de aquello que le impedía responder con libertad a su misión. Jesús se mantiene fiel al pacto que Dios ha hecho con la humanidad, no se deja vencer por espacios de muerte y se une al pacto que Dios ha hecho en favor de la vida (cf. 1a lectura).

JESÚS ANUNCIA EL REINO

Concluido el momento de la prueba, Jesús inicia la predicación del Reino. “Se ha cumplido el plazo”. Comienza un nuevo período al que Jesús invita a entrar a quienes le escuchan. El tiempo se ha acortado y el Reino de Dios está cerca, por tanto, es preciso volverse al Señor y creer en la buena noticia. Es el tiempo de la conversión y del abandono en el Evangelio. La llamada a la conversión es una invitación a disponer la existencia para acoger el Reino de Dios desde la alegría del Evangelio.

Hoy, que vivimos rodeados de ruidos, recibimos la invitación a hacer silencio interior para escuchar el eco que nos recuerda que Dios espera que nos volvamos a él. Que el silencio y la escucha de la Palabra sean espacios donde sintamos la llamada de Dios a abrirnos a su misericordia.

Ignacio Rojas Gálvez, osst.

 

PUEDES DESCARGAR EL DOCUMENTO AQUÍ