Reflexión del consiliario de la Hospitalidad de Lourdes, que peregrina al Santuario del 4 al 9 de julio.
Queridos hermanos y amigos:
Iniciamos nuestra XIV Peregrinación Diocesana a Lourdes. Todos, peregrinos enfermos, hospitalarios, jóvenes… estamos llamados a hacer realidad el deseo de la Virgen Inmaculada que expresó a Bernadette en la décimo tercera aparición, el martes 2 de marzo de 1858: “Vaya a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y se venga en procesión”. Con este envío, la Virgen extendía a todos la invitación personal a Bernadette de “¿Quiere hacerme el favor de venir aquí?” ¿Para qué ir a Lourdes hoy? Sencillamente para iniciar o renovar nuestra vida de fe.
“Vaya a decir a los sacerdotes que se venga [aquí] en procesión”. Hay procesiones que van por dentro, y las hay que van por fuera. Hay incluso algunas que, yendo por dentro, no se pueden disimular en las afueras. Así sucede con esa doble procesión: la de Jesús en la Eucaristía y la de los pobres con sus pobrezas. Somos adoradores de Jesús Eucaristía y doblamos nuestras rodillas ante su cálida y discreta compañía. Pero saciadas nuestras hambres con el Pan de su Vida, debemos abrir nuestras manos para acoger a los que experimentan la intemperie, la soledad, el miedo, la injusticia, la desesperanza, las mil necesidades para tener una vida digna. Nuestras manos deben estar abiertas para repartir lo que somos y tenemos testimoniando con sencillez y entrega que la caridad será siempre una caricia, la única caricia digna de fe, porque fue el gesto divino y humano que el Maestro nos dejó en su Eucaristía.
El mismo Jesús vuelve a hacerse presente, llenándonos de esperanza y de alegría, como cuando María fue a visitar con prisa a su prima Isabel en la montaña: que saltó de alegría el hijo de sus entrañas. Esto se lo pedimos a Jesús y a María, que nos visiten y seamos custodias vivientes que portan en sus corazones, y muestran siempre, con las palabras y las obras a Jesús Eucaristía.
José Gabriel Martín Rodríguez
Consiliario