El ejercicio del vía crucis, tan apropiado en la Cuaresma, y como preparación, forma preciosa de preparación, a la vivencia de la Semana Santa, implica tres cosas. La primera, hacer memoria de la Pasión y de la muerte del Hijo de Dios por cada uno de nosotros y por todos los hombres.
Hacemos memoria de la Pasión acompañados por esta preciosa Imagen de María Santísima de las Angustias de la Alhambra, que es como un compendio de toda la celebración de la Pasión. Recordamos, hacemos memoria, que Cristo, el Hijo de Dios, ha entregado su vida a la muerte, libremente y por amor a nosotros, a nuestra pobreza, a nuestra pequeñez, a nuestras miserias, pero esas miserias no le han a Él hecho acobardarse de entregarse por nosotros. Y no sólo en el momento de la Pasión, sino en la vida. En la vida Él nos acompaña todos los días, nos ama todos los días, nos ofrece su amor todos los días y nosotros hoy simbólicamente Le acompañamos de una manera sencilla, expresando nuestra gratitud por ese amor suyo, que nos es ofrecido, que nos es entregado todos los días.
El segundo aspecto del vía crucis es siempre que ese amor tiene dentro de sí una llamada a la conversión, a buscar el sosiego, la paz del corazón, la paz de nuestras vidas, la paz de nuestra comunidad humana en el amor que nunca nos rechaza. Eso es la llamada a la conversión: volvernos a Cristo. Él es la esperanza del mundo. Él es la esperanza de salvación para todos los hombres. Él es la posibilidad de una convivencia humana, plenamente humana, purificada, lavada en su sangre, perdonada. Él es la posibilidad del comienzo de una verdadera vida nueva, como gracia, como don, como regalo de un amor que ensancha nuestros corazones y que los hace renacer a la capacidad de amar, de perdonar.
Y el tercer aspecto es que la Pasión de Cristo, puesto que Cristo se ha unido -como decía san Juan Pablo II, y ha dicho siempre la Tradición de la Iglesia, aunque lo hayamos olvidado un poco-, Cristo se ha unido por la encarnación en cierto modo a todo hombre y a toda mujer. Y nosotros, cuando hoy vemos el sufrimiento del mundo, cuando vemos la confusión, cuando vemos tanto dolor, tantas heridas provocadas por tantas causas distintas, cuando vemos a los hombres y a las mujeres rotos por el desamor, por el egoísmo, por concebir la felicidad de la vida donde no está… cuando nosotros percibimos todo eso, no sólo percibimos a un ser humano llamado a desaparecer un día con la muerte; percibimos que la Pasión de Cristo continúa. Y para nosotros, una invitación en el amor concreto, en el afecto concreto a las personas, a sus sufrimientos, a sus heridas, en el abrazo concreto a la humidad doliente, que somos todos, de una manera o de otra, en ese abrazo concreto se manifiesta, se hace visible que somos seguidores del Señor, porque es Cristo quien sufre en el hermano que sufre; es Cristo quien sigue viviendo su Pasión en cada hombre y en cada mujer que sufre.
Ojalá quienes nos decimos cristianos seamos capaces de acercarnos concretamente a ese dolor y de amarlo con nuestra pobreza pero como un reflejo del amor con el que Dios nos ama a todos, sin excepción ninguna. Vamos a vivir estos momentos del vía crucis con estos sentimientos y con esta conciencia, para que sea para nosotros un paso más en nuestro acercamiento a Dios y en nuestro acercamiento a los hombres, que son siempre el mismo acercamiento.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
S.A.I Catedral de Granada
19 de febrero de 2016