Escrito de Mons. José María Gil Tamayo.

Quiero hacerles partícipe de una efeméride muy especial. Se celebran los 50 años de la proclamación de Santa Teresa de Jesús, nuestra Santa, como Doctora de la Iglesia. El papa San Pablo VI, cuando la proclamó, dijo de ella que era “maestra de espirituales, maestra de oración”. Ese es su gran legado. Nadie como ella, y el otro abulense Doctor de la Iglesia, San Juan de la Cruz, han hablado tan bien de la oración. Son ellos la cumbre de la mística cristiana. Y su literatura es de las más altas cotas en la lengua española. 

Pero no podemos quedarnos sin más en la celebración. Tenemos que sacar consecuencias para nuestra vida. Santa Teresa describe que la oración es “tratar de amistad con quien sabemos nos ama”. Es una oración personal, ciertamente, pero puede y debe ser también comunitaria. No sólo hemos de dirigirnos a Dios y hablar con Él: hemos de hablar de Dios, y eso es la evangelización. Pero hemos de hablar a Dios de los demás. Orar por los demás.

Y, en estos momentos de sufrimiento, de pandemia, cuando tanta gente está sufriendo en los hospitales, cuando hay tantos enfermos y familias que sufren esta plaga, vamos a pedir por ellos. Vamos a pedir que pase esta situación. Vamos a pedir también por los que nos han dejado, por los que han muerto y por sus familias.

Y no sólo hay que ofrecer soluciones técnicas, sanitarias, que son pertinentes y por ello hemos de seguir obedeciendo a las autoridades. También los cristianos tenemos que rezar. Tenemos que obtener de Dios que pase esta prueba. Con la intercesión de nuestros santos de Ávila, pero también de San José, a quien Santa Teresa se encomienda especialmente y lo nombra como gran eficaz en la oración. También, por la intercesión de nuestra Madre, que es la omnipotencia suplicante. 

Recemos por los demás, amigos. Seamos gente que tiene una oración solidaria por los otros.

+Jose María Gil Tamayo