La bella historia de estos dos santos esposos la cuenta San Lucas en el primer capítulo de su evangelio. “Hubo en tiempos del rey Herodes un sacerdote llamado Zacarías, casado con Isabel, una mujer descendiente del hermano de Moisés, el sumo sacerdote Aarón”.
De estos dos esposos hace el evangelio un elogio formidable. Dice así: “Los dos llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los mandamientos y preceptos del Señor”. Ojalá de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir algo semejante. Sería maravilloso.
Dice San Lucas: “Zacarías e Isabel no tenían hijos, porque ella era estéril. Además ya los dos eran de avanzada edad”. Y un día, cuando a Zacarías le correspondió el turno de subir al altar (detrás del velo) a ofrecer incienso, toda la multitud estaba afuera rezando.
Y se le apareció el Ángel del Señor, y Zacarías al verlo se llenó de temor y un gran terror se apoderó de él. El ángel le dijo: “No tema Zacarías, porque su petición ha sido escuchada. Isabel su mujer, dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Juan. Él será para ustedes gozo y alegría, y muchos se alegrarán por su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá licores; estará lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos hacia Dios, y tendrá el espíritu del profeta Elías, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Zacarías le dijo al ángel: “¿Cómo puedo saber que esto que me dice sí es cierto? Porque yo soy muy viejo e Isabel mi esposa es estéril”. El ángel le dijo: “Yo soy Gabriel, uno de los que están en la presencia del Dios, y he sido enviado para comunicarle esta buena noticia. Pero por no haber creído a las palabras que le he dicho, se quedará mudo y no podrá hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, que se cumplirán todas a su tiempo”.
El pueblo estaba esperando a que saliera Zacarías y se extrañaban de que demorara tanto en aparecer. Cuando apareció no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había tenido alguna visión. Él les hablaba por señas y estaba mudo.
“Después Isabel concibió un hijo y estuvo oculta durante cinco meses (sin contar a los vecinos que iba a tener un niño)”. Y decía: “Dios ha querido quitarme mi humillación y se ha acordado de mí”.
El ángel Gabriel contó a María Santísima en el día de la anunciación, que Isabel iba a tener un hijo. Ella se fue corriendo a casa de Isabel y allí estuvo tres meses acompañándola y ayudándole en todo, hasta que nació el niño Juan, cuyo nacimiento fue un verdadero acontecimiento