Fecha de publicación: 6 de febrero de 2022

Mateo Correa Magallanes nació en Tepechitlán, ciudad de la diócesis de Zacatecas, en el año 1866. Ordenado sacerdote, el obispo lo nombró Párroco de Valparaíso, en Zacatecas. Mateo cumplió fielmente las obligaciones de su sacerdocio: evangelizar y servir a los más pobres, obedecer a su obispo, unirse a Cristo Sacerdote y Víctima, especialmente al convertirse en mártir a causa del sello sacramental.

El día 2 de marzo de 1926 llegó a Valparaíso el General Eulogio Ortiz, quien la arrestó por sedición al colaborar con la Asociación Católica de la Juventud Mexicana de Zacatecas. Más tarde el juez de Distrito ordenó su libertad al no encontrar delito que perseguir. De nuevo en su parroquia, Correa se entregó de nuevo a su pastoral y a seguir alentando la asociación de jóvenes.

Con el fin de descansar, Correa fue invitado a la Hacienda de San José de Sauceda; estando ahí, el domingo 30 de enero de 1927, un señor le rogó que fuera al rancho de La Manga para que atendiera a su señora madre que estaba gravemente enferma. En su camino junto al caballero que le acompañaba divisó una tropa, por este le sugirió al cura que regresaran para ocultarse. “Nos pueden ver y nos hacemos de delito”, dijo Correa.

Mateo tomó las riendas del carro como si fuera un servidor del caballero y ambos siguieron adelante. Ya habían pasado parte de la tropa y nadie los había molestado, pero entre los soldados iba un agrarista, que les conocía perfectamente. Al comunicárselo a su superior, inmediatamente mandó a un oficial para que los aprehendiera.

Fueron encarcelados y trasladados a Durango. En el camino, el Sr. Cura se mostró muy amable con los soldados y les hizo algunos regalos. Lo detuvieron algunos días en Fresnillo, Zacatecas, y fue llevado después a Durango. Ya en Durango, compartió su comida con los presos y al terminar de tomar los alimentos los hacía dar gracias a Dios. Por la noche todos rezaban el santo rosario.

El general le pidió que confesara a unos presos y después le exigió que le revelara lo que había sabido en confesión, o de lo contrario le mataría. El señor Cura Correa respondió: “Puede usted hacerlo, pero no ignore que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir”.

Por este motivo fue fusilado a las afueras de la ciudad de Durango, el 6 de febrero de 1927. El papa Juan Pablo II lo canonizó en Roma el 21 de mayo del año 2000 junto con otros veinticinco mártires mexicanos.