Nació en la región de Calabria en 863, en el seno de una familia de ricos progenitores, que querían hacer con él un buen casamiento. Elías se escapa con 18 años de su casa para evitarlo. Se va a la ciudad siciliana de Taormina a hacer retiro con Dios y ofreciendo penitencias al Señor. Después sabemos que se dirigió a Roma, en donde tomó el hábito monástico de la Orden de San Basilio Magno.
Volvió a la región calabresa aunque no pudo permanecer allí mucho tiempo. Partió esta vez con un monje llamado Arsenio a la ciudad helena de Patrás. En ese tiempo se produjo la irrupción de los sarracenos en la ciudad de Calabria, que hizo estragos la región y multitud de prisioneros cristianos.
Regresó pues con prudencia a Calabria, refugiándose de nuevo en una gruta, la de Melicucca, siguiendo su vida de asceta ofreciendo sacrificios y oración por el pueblo cristiano y sus perseguidores. Allí empezó a recibir también la visita de los habitantes cercanos, que acudían a él buscando consejo, atraídos por su fama de hombre santo. Él los confortaba y ayudaba en sus combates personales.
Se cree que murió con 97 años y que fue sepultado en una tumba que él mismo se había excavado con sus propias manos sobre la tierra, viendo ya cercana su muerte. Su cuerpo fue descubierto nada más y nada menos que en 1747. Un joven de la localidad de Melicuccà, que andaba gravemente enfermo, se curó instantáneamente de su enfermedad al ver las reliquias exhumadas del santo eremita.