Desde la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción religiosa para los habitantes del valle de México ya que ahí se encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad.
La Virgen María se reveló a San Juan Diego en el siglo XVI. Lo hizo en el cerro de Tepeyac, que ya desde la época prehispánica era un lugar en el que se dice que se adoraba a la divinidad pagana “nahua”, de la tierra y la fertilidad.
Juan Diego vio una aparición de la Virgen en el cerro del Tepeyac, el 9 de diciembre de 1531, el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción para la Iglesia de entonces.
“Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes”, dijo la Virgen al indio, mandándolo ir a buscar al obispo, contándole lo que ella había dicho.
El obispo no le creyó y le mandó que trajese una señal. En otro encuentro dos días después, la Virgen mandó a Juan Diego a recoger a la punta del cerro, y que las guardara en su tilma. En el encuentro con el obispo, no solo este enmudeció al ver las rosas, que no se cultivaban en esas tierras americanas, sino al contemplar cómo la imagen de una Virgen aparecía grabada en la tilma del indio.
Desde estos hechos, la de Guadalupe es una devoción que ha recorrido el mundo entero. No solamente hablan de la predilección de la Virgen por aquel pueblo nuevo, mestizo entre indios y españoles, sino de una labor evangelizadora que sigue llevándose adelante mediante esta advocación, que ya ha recorrido todos los rincones del planeta.
San Juan Pablo II, en su viaje apostólico a Méjico en 1981, calificó estas apariciones como “un hecho religioso de primera magnitud, que ha marcado de manera determinante los caminos de la evangelización en el continente americano y ha sellado la configuración del catolicismo del pueblo mexicano y sus expresiones vitales”.
Así ha sido sin duda y hoy “la Guadalupana”, como cariñosamente se le conoce, es una de las devociones más conocidas de la Virgen María.