Saltaba la Virgen entre aplausos, tras la larga fila de horquilleros, iniciando una tarde memorable para Granada. Procedentes de todos los pueblos y rincones de la diócesis, este 25 de septiembre decenas de miles de granadinos volvieron a escuchar ese “¡viva la Virgen de las Angustias!” al aire libre.

Con familias enteras esperando en primera fila para volver a ver a la patrona, ya en el giro de la Fuente de las Batallas hacia Ganivet, las gentes empezaban a acercarse a tocar respetuosamente el paso de Nuestra Señora o a pedir estampitas a los miembros de la Hermandad. Las camareras sostenían el manto negro de la Virgen, ayudando a los padres a meter bajo su manto a los recién nacidos.

Centro de todas las miradas, la Virgen ascendía Reyes Católicos mientas atardecía bajo un cielo púrpura y añil. Entraba ya de noche en Cárcel Baja alcanzado pronto la Plaza de las Pasiegas, en donde le esperaba otra gran multitud. Tras ella se encontraba el grupo de seminaristas del San Cecilio que, junto al arzobispo, entonaban himnos a la Virgen acompasando su paso.

Así entraba en el corazón de la ciudad, deteniéndose en Marques de Gerona, Jaudenes y Alhóndiga entre sollozos y vítores. Unas lágrimas que, como el velo que cubría el cuerpo del Cristo, hablaban por sí solas de ese dolor íntimo oculto en el interior de muchas personas durante tanto tiempo.

Corrieron rápido las horas antes de que Nuestra Señora doblase Recogidas y Acera del Darro, encarando el regreso a la Carrera. Con toda solemnidad, la patrona de los granadinos arribaba hacia las once de la noche a la puerta de la Basílica.

La banda de Moraleda de Zafayona interpretaba el Himno de las Angustias, mientras los hermanos mecían a la Virgen antes de la lluvia de cohetes artificiales con la que se ponía la guinda a la alegría vivida durante toda la tarde. Así se despedía ella, entrando de espaldas al templo, cumplida esa esperanza de volver a ver procesionar a la Madre de Granada entera.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social