El Padre Jaime Bonet Bonet, Fundador de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, que es parte de la Familia Misionera Verbum Dei, ha fallecido el día 25 de junio, en el Hospital Universitario del Henares (Coslada, Madrid). La Capilla ardiente se encuentra instalada, martes 27 y miércoles 28, en el Centro Internacional de Formación Misionera Verbum Dei, en Ctra. Velilla de San Antonio-Loeches, Km 3.5 CP 28890 Loeches, Madrid. El Funeral se celebrará el miércoles 28 a las 20 horas en dicho Centro de Loeches. Recibirá sepultura en el Centro Misionero Verbum Dei en Siete Aguas, calle Partida Avellán, 42, CP 46390 Siete Aguas, Valencia el jueves 29 a las 13 horas.
El Rvdo. P. Jaime Bonet nació en la Alquería Blanca (Mallorca) el 21 de mayo 1926 y recibió la ordenación presbiteral el 31 de mayo de 1952. Fue un apasionado e incansable predicador. Su labor evangelizadora dio origen al Instituto eclesial de vida consagrada Fraternidad Misionera Verbum Dei, con aprobación pontificia en el año 2000, integrada por misioneros-sacerdotes, misioneras consagradas y matrimonios misioneros, que se extiende en la Familia Misionera Verbum integrada por laicos dedicados a la misma misión y carisma.
En el año 1994 participó en el Sínodo de los Obispos “La Vida Consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo”, como fundador y representante de las Nuevas Formas de Vida Consagrada. Recordamos algunas palabra de su intervención: “Ser testigos de Cristo -antes que maestros- requiere poder responder a quien nos pregunte por nuestro modo de vivir con las mismas palabras de Jesús: ‘Venid y veréis’. Por caridad y por justicia, la adhesión conformadora con Cristo es el primer ideal y el tema fundamental que no podemos menos de presentar a todo hombre. Tanto a jóvenes como a mayores les entusiasma más el ser que el tener y el hacer. Quieren seguir a Jesús al ver vidas enraizadas en Cristo, plenamente realizadas y felices. Lo que más puede convencerles es la coherencia entre la Palabra y la vida. (…) Reproducir a Cristo fascina al joven, al hombre y a la mujer de hoy.”
Tras sus últimos años de enfermedad, reflejo del desgaste de quien lo entregó todo por la evangelización, entendemos su muerte a la luz del grano de trigo que se entrega y muere para dar fruto (cf. Jn 12, 24).
Nos deja en el corazón el imperativo misionero que dejó Jesús a sus discípulos en su partida al cielo: “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio, haciendo que todas las gentes sean mis discípulos” (Mt 28,19). Son palabras que resuenan con toda la fuerza de un apóstol formador de apóstoles.