Es la primera vez que participa en este Congreso, ¿cómo ha sido su experiencia?
Estoy muy feliz. Es un placer y un honor participar en él con tantos eruditos. Creo que es muy interesante poder hablar y escuchar para enriquecer nuestras visiones del estado actual de nuestra sociedad y también sobre cómo promover una teología que esté a la altura hoy en día.
¿Qué aporta el tema político al lema general del Congreso?
Para entender la sociedad y los problemas de la sociedad en el ámbito de la racionalidad secular hay que incluir por ejemplo la cuestión de como se cultivan las tradiciones religiosas. En lo relativo al lema de este año: “Diaspora, comunidad y solidaridad” creo que la diáspora no es sólo un medio, no sólo una cuestión de disminución del número de miembros a las comunidades religiosas. También es, en mi opinión, una cuestión de inclusión en el discurso público, por así decirlo.
¿Qué opina del sentido de comunidad y solidaridad?
En mi opinión, el sentido de comunidad y el sentido de solidaridad es lo que mantiene unida a la sociedad en su conjunto, una sociedad que está profundamente fracturado y se vuelve cada vez más polarizada.
Y un factor en esta polarización es que no hay suficientes medios para incluir y reunir las diferencias. Las diferentes espiritualidades u orientaciones espirituales, si se quiere, podrían reunise con el fin de promover una meta compartida de comunidad. Y creo que este problema se debe además a un concepto demasiado estrecho de un trasfondo filosófico político liberal que tiende a excluir esas orientaciones hacia el mero ámbito individual y no las incluye en el ámbito del espacio público compartido.
Espiritualidad y razonamiento público, ¿deberían estar unidas?
Mi abordaje es sobre el problema que supone separar temas de espiritualidad y fe, con los ricos recursos de las tradiciones espirituales en el ámbito del razonamiento público. Hay una poderosa tradición de fondo y es necesario profundizar en la filosofía política liberal para tratar de cerrar las brechas entre las razones seculares y religiosas y nuestra participación en cuestiones de asuntos públicos.
En su ponencia aborda también la estrategia liberal clásica…
Hay una tensión por resolver entre las justificaciones supuestamente universalmente accesibles y lenguajes religiosos esencialmente particulares
Hay dos estrategias obvias que han fracasado: en primer lugar, la transformación hacia una religión racional universal, en segundo lugar, la “estrategia liberal clásica”, para desplazar las diferencias al ámbito privado.
Ambas estrategias dependen de condiciones de homogeneidad, ya sean estándares universales de razón o “convicciones de fondo” éticas y culturales comunes. Dados los desarrollos modernos en epistemología y teoría de la racionalidad, por un lado, la simultaneidad de orientaciones religiosamente plurales, “seculares” y “postseculares” de ciudadanos y entornos, por el otro, estas homogeneidades se vuelven cada vez más frágiles. Tanto más pertinente se vuelve la búsqueda de principios para una “adecuada armonía entre religión y política”.
María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social