Actividades programadas desde la Delegación de vida consagrada, cuya primera jornada del ciclo 2025-2026 se celebró en el monasterio de San Jerónimo, con la participación de 35 hermanas. Compartimos el escrito de la madre superiora del convento de San Antón, sor Mª Piar Montoro, sobre este primer encuentro formativo.
Desde la Delegación de vida consagrada de nuestra archidiócesis, se programaron una serie de actividades formativas para la vida contemplativa y el primer curso de este ciclo 2025-2026 tuvo lugar el pasado día 8 de noviembre en el monasterio de San Jerónimo. Acudimos unas 35 hermanas de los distintos monasterios y conventos de nuestra ciudad.
Con la presencia del delegado de vida consagrada, P. Francisco Tejerizo, se dio la bienvenida a las participantes en la sala capitular de dicho Monasterio, dando inicio a este curso. El ponente para este primer encuentro de formación fue el sacerdote diocesano D. Francisco José Mingorance, párroco de San Francisco de Sales, y el tema “Líneas orientativas para la formación de las contemplativas”.


En su ponencia, nos habló de la formación humana dentro de la vida consagrada, porque la formación no termina nunca ya que la vida de la persona está en continua evolución y Cristo es nuestro ejemplo porque él crecía en estatura, en gracia y sabiduría ante Dios y ante los hombres como nos narra el Evangelio y en Él hay una armonía perfecta entre el desarrollo humano y la madurez espiritual. La forma concreta de vivir la santidad parte de la humanidad de la persona con todo lo que es. La vida contemplativa es una escuela de humanidad, continuaba el P. Francisco en su alocución, y ya que somos hermanas de distintas edades, países, culturas,… la formación es necesaria para conocernos y aceptarnos con nuestras luces y sombras y Dios quiere personas que se dejen trabajar por la gracia para configurarnos con Cristo.

Nos fue dando algunos puntos que nos ayuden en este crecimiento humano, haciendo hincapié en que la oración y el silencio son medio para el crecimiento, el sentido de libertad, superar el egoísmo, la madurez como aprendizaje a amar concretamente a cada hermana que es un misterio que hay que acogerlo. Igualmente, nos indicó la importancia de las virtudes que sostienen este camino de madurez: justicia, lealtad, solidaridad, honestidad…, para terminar diciéndonos que una monja madura es una mujer alegre, porque ha aprendido a descansar en Dios. Madurar es permitir a Cristo vivir en nosotras. Se trata de despojarse de uno mismo, para que Él viva en nosotras y así nuestra oración será más auténtica y nuestra fraternidad más luminosa y nuestro testimonio más creíble.
Tras la ponencia, nos reunimos para un momento de oración comunitaria con la exposición del Santísimo y el rezo de las I Vísperas de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán en la capilla interior del Monasterio de nuestras hermanas Jerónimas, donde juntas alabamos a Dios y pedimos por nuestra Iglesia que camina con esperanza en nuestra Diócesis de Granada.
Después, pudimos disfrutar de un momento de encuentro y degustar los ricos dulces de nuestros monasterios.
En Alabanza de Cristo y de su Madre.
Sor Mª Pilar Montoro
