Queridos sacerdotes que participáis en esta vigilia;
queridos salesianos;
queridos los miembros de la familia salesiana y sus instituciones presentes en nuestra ciudad de Granada;
Cofradía de la Salvación y Salud;
queridos jóvenes:
Me da mucha alegría participar por primera vez en la vigilia de la Inmaculada en Granada, en esta ciudad que es la ciudad de la Inmaculada. Pocas ciudades, yo diría que la más importante, que defendió este privilegio de la Virgen María. Pocas ciudades, como Granada. Pero, queridos amigos, no puede ser un recuerdo o un vestigio del pasado; un triunfo que se queda en un monumento y que no nos afecta. El triunfo de María es el triunfo nuestro; es el triunfo de nuestra pobreza que ha sido redimida por Cristo. Y en previsión de esa Redención, aquélla que había de albergar en sus purísimas entrañas al autor de la Vida, Jesús, fue preservada del pecado y llena de santidad. “Bienaventurada Tú, porque has creído lo que se te ha dicho de parte del Señor”. Y qué coincidencia más bonita que en esta vigilia tengamos a María Auxiliadora del Zaidín, y con ella toda la Familia Salesiana, y conmemoramos el 75 aniversario de la presencia salesiana en Granada, iniciada por D. José María y D. Marcelino, en 1946, en una España que acababa de salir, no hacía mucho, del futuro fratricida, con las dificultades, la pobreza, la miseria. También muchas gentes, estos hijos de Don Bosco, vinieron con la enseña de María para auxiliar a muchos jóvenes que, tras generación tras generación, han salido de sus centros educativos. Es su centro social juvenil, en la catequesis, en la pastoral, en la atención a los más necesitados, en la orientación profesional y en un trabajo que sea progreso para estos jóvenes.
Yo quiero daros las gracias en nombre de la Iglesia de Granada, queridos salesianos, porque continuáis y, sobre todo, metéis en el corazón de esta ciudad mariana, en esta ciudad de la Inmaculada, esta advocación tan querida por Don Bosco de María Auxiliadora, que es impronta de vuestro carisma y allí donde hay salesianos, hay amor a María Auxiliadora. María, que es auxilio de los cristianos, ya la proclamaba. María que desata, como dicen los Padres de la Iglesia, con su obediencia, el nudo que ató con su desobediencia Eva. María es la nueva Eva y nosotros no hacemos más que continuar lo que aquella mujer que sale al paso a Cristo y le dice: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Le viene a decir “viva la Madre que te trajo al mundo”. Jesús dice: “Bienaventurados, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Puede parecer un desaire para su madre, pero es poner en su justo punto la grandeza de María, como ha exaltado Isabel y acabamos de escuchar el Evangelio. Porque María ha creído. Porque María se fía de Dios. Porque María ha hecho lo que Dios le pedía. Porque María ha hecho la Voluntad de Dios y es lo que le pedimos, al fin y al cabo, al Señor en el Padrenuestro: “Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo”. Y cuando hacemos la Voluntad de Dios, estamos desatando los nudos: los nudos del pecado, del egoísmo, de la indiferencia, de toda esa ristra que ha puesto y que son sólo un exponente de nuestros problemas. El obispo también en sus nudos, la diócesis de Granada en sus nudos. Y yo, mientras voy recorriendo y vais recorriendo esta estela azul que simboliza María, la pureza de María, iba pidiendo que deshaciendo esos nudos (esos nudos de la pobreza, esos nudos de la exclusión, esos nudos de jóvenes enganchados a la droga, o todos aquellos que han visto en la droga un modo de vida fácil que les lleva al descamino y a la ruina para ellos y para los demás. Aunque aparezca a primera vista y de manera inmediata un bienestar, un enriquecimiento, pero que es una siembra de muerte y es destrucción para la sociedad en la que se produce, es un camino equivocado); le pido al Señor que desate el nudo de tanta indiferencia, de tantas divisiones. Le pido al Señor que suelte el nudo, y os lo confío sinceramente, en nuestra Iglesia de falta de vocaciones. Muchos jóvenes, sí, pero indiferentes a la voz de Dios. Querido joven, querida joven, a ti te lo digo también en el nombre del Señor, ¿cuál va a ser tu vida? ¿Qué proyectos tienes? Simplemente sacar unos estudios. Simplemente colocarte, buscar un trabajo. Pues, hay un proyecto que es el proyecto de Dios; que es el proyecto que afecta a María ante el anuncio del Ángel y cambia Su vida. Que, a lo mejor, la indiferencia es un escudo para no escuchar la voz de Dios.
Necesitamos jóvenes que se entreguen a Dios. Aquí están los seminaristas de Granada. Poco más de una docena. ¿Es que no va a haber entre los jóvenes gente que escucha a Dios? Que escoge ese camino de entrega, de felicidad a la vida sacerdotal, a la vida consagrada, a la vida misionera. ¿O es que Dios ya no llama o es un Dios que sólo para nuestras cosas y para nuestros problemas? Le he pedido a María Auxiliadora que nos auxilie y desate el grupo de la sordera espiritual. El egoísmo no sólo está en que no nos comprendamos o el aislamiento o el vacío. Hay vacío, porque falta Dios. Hay vacío, porque construimos sobre cosas que se desmoronan, como nos dice el Señor en el Evangelio: cuando no construimos sobre la Palabra de Dios, sobre Su Voluntad, sobre el designio que Dios tiene para cada uno de nosotros. Todo se vino abajo cuando venían las dificultades, lo dice Jesús en el Evangelio. En cambio, quien construye sobre las palabras de Dios, sobre lo que Dios le pide, construye sobre roca las tempestades, las dificultades, los problemas. Queridos jóvenes, que los va a haber. Los ha habido en la pandemia. Ha dejado un rastro de sufrimientos, de dolor, de enfermedad y de muerte. No las tenemos todos consigo. No está todo en el tener. Nuestro todo está en vivir como Dios manda. Vivir como Dios nos pide. Está, en definitiva, en el Amor con mayúscula, que es Dios mismo. Dios es Amor. Es la primera confesión cristiana de Dios y nosotros hemos creído en el Amor de Dios, ese amor que se ha manifestado en Su Hijo Jesucristo, que nos ha regalado a Su Madre junto a la Cruz.
Porque nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. ¿Estás dispuesto a dar tu vida, entregarla a ese proyecto, por Dios? O como el joven rico, aunque eres bueno, aunque haces el bien o que estás cerca de pastoral juvenil, aunque hace muchas cosas, pero, ¿y si Jesús te pide más? Y los mayores tenemos también que crear una cultura de la vocación. Un chico o una chica que plantea ser sacerdote, que plantea ser religiosa, no hay que llevarlo al psicólogo para que lo ponga en su sitio. Sed valientes, por favor, ser generosos. En esta sociedad nuestra, efectivamente hay muchos nudos de egoísmo, de cerrazón, de sin Dios. Necesitamos de nuevo poner el fundamento, poner esa roca, y María Auxiliadora desate ese nudo que es un nudo fuerte, que es un nudo que está ahí amenazando. Y necesitamos brazos para que ayuden a los demás. Necesitamos voces. Voces jóvenes que lleven la esperanza, que lleven el aliento, que lleven también la denuncia de situaciones de injusticia. Necesitamos manos unidas que oren por los demás. Necesitamos manos que perdonen. Necesitamos los labios sacerdotales que consagren el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Necesitamos el ministerio en la iglesia.
Queridos jóvenes, ese nudo, os pido especialmente, no voy a echar un papel, pero sí he pedido por todos los papeles que mandan y por sus intenciones y, sobre todo, por aquellos que hemos guardado en el corazón y que María ha escuchado. Hay una pieza, de las más viejas oraciones marianas, el “Sub tuum praesidium”: “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas en nuestras necesidades. Antes bien, líbranos de todo peligro. Virgen gloriosa y bendita. Amén”.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo coadjutor
7 de diciembre de 2022
S.I Catedral de Granada