Fecha de publicación: 26 de noviembre de 2019

Los alumnos se encontraron desde ayer por la mañana con una sorpresa tras las puertas de cristal de acceso al centro de estudios diocesano del Almanjáyar. Esta cruz de unos dos metros y medio de altura, hecha de madera adornada de una pintura azul desgastada, se situó en el hall de entrada a la vista de todos, profesores y alumnos.

Varios profesores del centro aprovecharon la ocasión para detener un poco el ritmo habitual de las clases y ofrecer a sus alumnos un rato de reflexión ante la cruz, que les abre ante una realidad del mundo hacia la cual se mira por lo general hacia otro lado.

Tal fue el caso de los alumnos de Luis Antonio Rodríguez, profesor de Pedagogía y Didáctica de la Enseñanza Religiosa Escolar, que aprovecharon su hora de clase para juntarse en las escaleras de la entrada y abrir espacio para dejarse interpelar por este símbolo con ecos de tragedia.

ENCUENTRO CON LOS MIGRANTES

“Hemos organizado un encuentro para poder acercarnos, cada uno en primera persona, a lo que esto significa”, dijo Luis Antonio ante sus alumnos. “Nosotros, que estamos acomodados, que vivimos bien, tenemos casa, familia cerca, somos muy insensibles ante el sufrimiento de otras personas. No queríamos desaprovechar este momento para acercarnos al dolor y a todo lo que supone. No solo para estar, sino también para sentir y, si es posible, para ver qué puede hacer cada uno para que esto termine”, remarcó.

Invitados a “ver, juzgar y actuar”, los alumnos presentes recibieron otra sorpresa al poco de llegar, como fue la aparición de un grupo de migrantes de distintas partes de África, supervivientes de su viaje cruzando el Mediterráneo y que se encuentran ahora en uno de los centros de acogida temporal de la Cruz Roja.

La clase ayudó a contextualizar este símbolo ante los alumnos, explicando su procedencia hecha con la madera de las embarcaciones naufragadas, y se convirtió en una ocasión para los alumnos de dejarse provocar por unos momentos por el dolor que esconden los nombres concretos de algunos de los fallecidos en estos viajes inhumanos.

Junto a ellos, los migrantes, procedentes en su mayoría de países del África subsahariana y de religión musulmana, compartieron en silencio con los alumnos, para pasar después a leer un texto de reflexión en lo que se convirtió en un verdadero homenaje a los migrantes naufragados, muchas veces de forma anónima, en el Mediterráneo.

ORACIÓN DE FRATERNIDAD

Pasado un momento en el que se pudo sentir en silencio algo de esta porción de realidad que por desgracia existe y recuerda el símbolo de la Cruz de Lampedusa, los alumnos fueron invitados a dirigir libremente una oración a Dios, como forma también de solidaridad con esta tragedia alimentada de algún modo con la indiferencia de todos, como recordó el Papa Francisco.

Este homenaje a los migrantes que tratan de cruzar el mar hacia Europa, terminó con un gesto como fue el de poner a los pies de la cruz un papel con alguno de los nombres de las personas que fallecieron en uno de estos viajes.

Acto seguido el capellán del CES La Inmaculada, D. Ildefonso Fernández-Fígares, que acompañó este momento de encuentro, proclamó el evangelio de Mateo sobre el juicio de Dios, (“porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me acogisteis…”) ante todos los presentes.

Por último, y recordando ese “espíritu de fraternidad al que invita el Papa tras su viaje a Marruecos y Arabia Saudí, alumnos y migrantes se unieron en círculo cogidos de las manos en un momento de expresión “de este sentimiento de fraternidad y cercanía”, como dijo el profesor Luis Antonio Rodríguez, y de oración común por todos los migrantes fallecidos en su intento trágico de vivir una vida mejor.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada