Celebrado el pasado 15 de junio.

El mes de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús, ha introducido el Retiro Espiritual de Mater Christi en la antesala del verano. El Papa Benedicto XVI afirmó que “al ver el Corazón del Señor, debemos mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios”. Este dolor sería aún mayor si nos olvidásemos del Inmaculado Corazón de María, agradando nuestra oración a su Madre entregada a nosotros a los pies de la Cruz. Pero la solemnidad reinante en este mes de junio ha sido el Corpus Christi y el amor a la Eucaristía, la expresión más alta de la donación y entrega de Dios y que en la homilía del Sr. Arzobispo de Granada el día dos de junio subrayó: <<Los cristianos tenemos en la Misa la renovación incruenta del sacrificio de Cristo, donde anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y esperamos su venida gloriosa>>.

El merecido descanso ayuda a restaurar las fuerzas, permite que el trabajo sea posteriormente más eficaz si cabe y ayuda a servir mejor a Dios y a los demás. Hay un final de curso en todo lo humano, pero el Evangelio no tiene un final en el calendario ni Dios se va de vacaciones. Si bien las actividades eclesiales finalizan y se vuelven a programar en septiembre, el compromiso de vida, la vocación y el camino de santidad no pueden descansar, más aún cuando la iniciativa de Dios ha enmarcado nuestra actividad evangélica.

El verano es una excelente ocasión para descansar y practicar aquellas virtudes olvidadas que tienden hacia el bien, se fomentan mediante las fuerzas humanas y producen frutos para los actos moralmente buenos (CIC 1804). En la oración diaria, en el encuentro personal con Cristo Resucitado, se hallarán situaciones en distintos contextos de descanso donde perseverar, ser fiel a sí mismo y -darle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios- (Mt 22, 21). No olvidemos que Dios no toma vacaciones en su búsqueda de amor al hombre y la perseverancia no es un concepto temporal, sino una virtud definida por el propio Jesucristo para vivir hasta el final.

Gregorio Cuenca Zafra
Mater Christi, Granada