Fecha de publicación: 6 de agosto de 2021

El seminario, luego el campo de concentración, y allí dentro la muerte. Así se resume la vida de Tadeo Dulny. Nacido en una numerosa familia (seis hijos y dos hijas) en la Polonia sudoriental. Sus primeros maestros en la fe son sus padres, Jan y Antonina, quienes le dieron el sí cuando manifiesta su deseo de ingresar en el seminario de Wloclawek, después de haber terminado con mucho esfuerzo su educación en Ostrowiec. También en el seminario debió esforzarse mucho para llevar el ritmo de estudios, pero no se queja ni se rinde, cualidad que no deja de ser causa de admiración entre sus compañeros.

El 1 de septiembre de 1939 empieza la segunda guerra mundial: Polonia es invadida primero por la Alemania nazi y luego por la Rusia comunista. Sin embargo a finales de septiembre, Tadeo se presenta puntual al seminario, para el nuevo año escolar. Pero el 7 de octubre llega la policía nazi y se lleva todo, profesores y clérigos. Primera etapa, la prisión local en Wloclawek, por tres meses. Luego un traslado a la ciudad de Lad, los ponen en las instalaciones de un colegio salesiano, con algunas libertades de movimiento al interior; se trata entonces de retomar los cursos del seminario y Tadeo lleva a término el programa del quinto año de estudios.

Todo se derrumba en el verano de 1940. El 26 de agosto, maestros y seminaristas son llevados al campo de concentración de Sachsenhausen, cercano a Berlín. Por fin, el 15 de diciembre, Tadeo y otros son llevados a Dachau, en la alta Baviera. Aquí está el primer campo de concentración nazi, creado en 1933 y los primeros deportados fueron ciudadanos alemanes anti nazis. Vinieron luego, en número creciente, los judíos capturados primero en Alemania y luego en los países invadidos por las tropas alemanas.

En el 1940 son llevados allí más de ochocientos sacerdotes y religiosos polacos. Con ellos está Tadeo que no es sacerdote todavía. Para los torturadores, los deportados no son hombres con un nombre, tan sólo son números, y él es el número 22662.

Aquí el clérigo Tadeo progresa: se olvida de su persona, hace de si un instrumento de alivio para los demás. El objetivo de su vida, y muerte, en Dachau es evitar a otros la fatiga, los golpes, las torturas; es procurar comida a quien está muriendo de hambre.

Hace uso de toda su voluntad para sobrevivir ayunando, para dar su ración a otros. Murió de hambre en el crematorio a la edad de 28 años.

En el año 1999, durante una de sus visitas a Polonia, el papa Juan Pablo II lo proclamó beato, como mártir, junto a otras 107 víctimas del odio a la fe entre 1930-1945.