Fecha de publicación: 25 de diciembre de 2021

Era natural de Machai, en el reino japonés de Fingo, donde había nacido hacia 1583. Convertido al cristianismo a los 11 años y bautizado por el presbítero Juan Bautista Baeza, se tomó muy en serio la vida cristiana. Hizo voto de castidad siendo muy joven y practicó ásperas penitencias. En 1614 se estableció en Nagasaki y tuvo escondido en su casa al padre Baeza y a otros misioneros durante doce años. Por la noche los cristianos visitaban al sacerdote con todo sigilo, procurando con muchos trucos pasar desapercibidos. En 1627 el sacerdote Mateo de Couros lo admitió como hermano coadjutor en la Compañía de Jesús.

En agosto de ese mismo año se le prohibió salir de casa, lo que le impedía incluso ayudar a sus padres, que eran pobres y necesitaban de él. Un año más tarde, el 3 de septiembre de 1628, se negó a contribuir a la recogida de leña para la quema de varios cristianos, entonces le fue confiscada la casa y él fue arrestado y llevado a Ximabara.

Comenzó una larga y terrible serie de suplicios para conseguir que apostatara, y entre ellos padeció varias veces el horroroso tormento del agua, pero su mayor pena fue saber que sus padres, vencidos por los tormentos, habían apostatado. Desesperados de lograr su apostasía se le condenó al suplicio del agua sulfurosa de Ungen. El mártir fue trasladado al lugar del suplicio en una infame carreta; allí su cuerpo fue rociado y zambullido varias veces al día en aguas hirvientes y sulfurosas, y así varias semanas hasta que, reducido su cuerpo a una pura llaga, murió el 25 de diciembre de 1628. Fue beatificado en 1867.