Guillermo Harrington nació en 1566, en Mount St. John, Felixkirk. A los quince años, tuvo ocasión de conocer a san Edmundo Campion, que era huésped de su padre, y su ejemplo le movió a ir al extranjero a estudiar para sacerdote. Estuvo primero en el colegio de Reims y más tarde, en el noviciado de los jesuitas de Tournai.
Su mala salud le obligó a abandonarlo y a volver a su casa, donde pasó seis años. Cuando su salud mejoró, volvió nuevamente a Reims, donde fue ordenado sacerdote, en 1592. En el verano retornó a Inglaterra y, en mayo del año siguiente, fue hecho prisionero en Londres, donde había estado ejerciendo los ministerios sacerdotales. Pasó nueve meses en la prisión, soportando con admirable fortaleza y constancia todas las penurias. Su comportamiento impresionó a sus jueces, pero no por ello dejaron de condenarle a ser ahorcado, arrastrado y descuartizado.
La sentencia se ejecutó el 18 de febrero de 1594. En su crónica, Stow dice: «Harrington, sacerdote del seminario, fue arrastrado de Newgate a Tyburn, donde le colgaron y le descuartizaron aún con vida; aunque se debatió, le abrieron el vientre y le descuartizaron». El obispo Challoner hace notar que el hecho de que se haya debatido no significa que no haya aceptado voluntariamente la muerte, sino que se trata simplemente de los reflejos normales de un hombre aturdido por la horca, cuyas manos y pies oponen inevitablemente resistencia a los ataques y al cuchillo del verdugo. El beato Guillermo tenía en ese momento veintisiete años.
Un hecho curioso de este mártir es que, después de muerto, fue acusado de haber tenido un hijo antes de su ordenación. La mujer que denunció el hecho era una apóstata de vida desordenada que acusó de tales atrocidades a Harrington en particular y a los católicos en general, lo que quita todo valor a su testimonio contra el beato. El padre Morris, en “Troubles of our Catholic Fathers” ha demostrado que se trataba de una pura calumnia, y el P. Pollen ha hecho notar que fue el único falso testimonio de esa naturaleza que se levantó contra un mártir, durante una época en que los católicos estaban expuestos a todos los ataques de las malas lenguas.