Muy buenas tardes a todos y bienvenidos a esta ofrenda floral el día de la Virgen de las Angustias. Es un tópico decir, un año más, nos reunimos esta tarde para honrar a la Virgen y para presentarla nuestros sufrimientos, nuestras inquietudes, nuestras ansiedades. También nuestras alegrías cuando tenemos motivos para ellas y sabiendo que Ella nos acoge siempre con un corazón de madre.
Pero no es un año más, es un año muy singular. Salimos de la experiencia de la pandemia, de la que parece que estamos finalmente a punto de salir definitivamente, si Dios quiere. Hemos vivido un año después del confinamiento muy especial, muy difícil en muchos sentidos, y estamos en un mundo ahora mismo de una terrible inestabilidad. No hablo de España, hablo de algo a nivel mundial, la guerra de Ucrania, sus consecuencias, otras guerras de las que se habla menos pero que están empezando.
Ayer oía yo que se habían renovado los bombardeos sobre la República de Armenia en el Cáucaso, una nación que ha sufrido ya muchísimo a lo largo del siglo XX y que vuelve a sufrir en estos momentos. Pero la inestabilidad social, la inestabilidad económica, la inestabilidad de la vida de las sociedades mismas, económica también, pues nos hace plantearnos de una manera nueva quiénes somos, qué hacemos en esta vida, cuál es nuestra tarea.
Celebrar la Virgen de las Angustias y presentar nuestra ofrenda a la Virgen de las Angustias en este contexto nos permite hacerlo no como una rutina, no como un momento bonito, más o menos folklórico en nuestra vida y así, sino como un momento de búsqueda de aquello que tiene solidez, de aquello que es capaz de sostenernos en nuestra vida, en nuestras ansiedades, en nuestros sufrimientos; que es capaz de sostenernos ante la muerte y ante la presencia de la muerte que se nos ha hecho mucho más cercana en este tiempo y nos ha hecho a todos más conscientes de que somos criaturas mortales.
Santísima Virgen de las Angustias, tu pueblo de Granada está hoy delante de Ti y con más amor que nunca, con más necesidad que nunca, acudimos a Ti para que nos cubras con Tu manto, nos proteja Tu amor, que es la medicina más grande que Tu Hijo ha puesto en nuestras manos para cambiar este mundo. No se cambia con guerras. Se cambia el mundo, empezando por nuestros más prójimos, por nuestras familias, poniendo amor donde no lo hay y si lo hay, poniendo más amor, para que sea un mundo que responda más a las exigencias profundas de nuestros corazones.
Ante Ti estamos y rezamos juntos un Avemaría.
Dios Te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
Ofrenda floral, en la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias
Granada