Se sabe que de niño fue pastor. Su amo le dio la libertad; compró un par de bueyes con sus ahorros y trabajó por su cuenta. A los veintitantos años se unió a un grupo de eremitas franciscanos, siguiendo al santo de Asís.
Aquel grupo se dispersó en torno al año 1564 y parece que San Benito Massarari funda un convento en el convento de Monte-Pellegrino, a poca distancia de Palermo. No sabía leer ni escribir y se volcó en los servicios de cocina como hermano lego.
La disciplina franciscana regula mucho el disfrute de la comida, pero el de Massarari se vuelca con amor en las tareas culinarias. Además de buen cocinero, es admirable por su piedad, por su humildad y por las curaciones milagrosas que prodigaba. Curiosamente será en el año 1578 cuando, para sorpresa de todos, los frailes le eligen superior del convento a pesar de ser sólo lego. Él, como era de esperar, no quiso pero accedió.
La gente enferma asaltaba la cocina conventual, la d El Negro, para pedirle la curación por su rezo infalible y su gesto de taumaturgo entre los humos del fogón, los olores de las ollas, el vaho de las cacerolas y las mondas del día. Un verdadero santo entre pucheros.