¿Qué cambio supone el Motu Proprio en las celebraciones de la liturgia?
Supone un cambio en el uso del Misa Romano de 1962 editado por San Juan XXIII, sobre el anterior de Pío V. Este fue autorizado en la “Summorum Pontificum” por Benedicto XVI con la idea de que los lefebvrianos, entre otros grupos, pudieran integrarse dentro de la Iglesia.
El cisma del grupo de Lefebvre tenía mucho que ver con el uso del Misal Romano tras la reforma del Concilio Vaticano II, que no la entendieron bien. La idea, tanto de San Juan Pablo II como de Benedicto XVI, fue la de permitir la utilización del Misal Romano del 62 con la intención de ayudar a la integración y a la comunión de estos grupos. Desafortunadamente, no sirvió a su propósito y solo dio a entender algunos grupos católicos que se convertía en una liturgia paralela, que expresaba el sentir de la verdadera Iglesia, ya que la Iglesia había traicionado con la reforma conciliar sus principios.
Hacía falta mucha nobleza de espíritu para que la intención de Benedicto XVI y Juan Pablo II se pudiera haber realizado. Ha servido para todo lo contrario: para que mucha gente de la propia Iglesia se aferre a este rito y a sentirse como una Iglesia paralela.
¿Estamos hablando de las famosas Misas Tridentinas?
Efectivamente. Trento lo que hizo fue unificar el Misal Romano y Pío V promulgó un Misal Romano para toda la Iglesia universal, respetando las tradiciones litúrgicas de cada zona. Eso es justamente lo que favoreció Pío V.
El Concilio Vaticano II llevó a cabo otra reforma para facilitar a la gente su comprensión y participación en la Misa, a través del rezo con la lengua vernácula, la forma de la Palabra de Dios, la plegaria eucarística y la simplificación de ritos. En muchas cosas es muy parecido al antiguo Misal, sobre todo en el canon romano.
La Iglesia ha favorecido en este tiempo una celebración más plena, activa y piadosa de los sacramentos considerando pastoralmente las necesidades de sus fieles.
De todas formas el Papa, en el Motu Proprio, dice que se puede seguir celebrando en aquellos sitios donde se está haciendo siempre y cuando se verifique la idoneidad pastoral, el bien de los fieles, y se pidan las autorizaciones convenientes al obispo el cual las remitirá a la Santa Sede. En esas Eucaristías del Misal Romano de San Juan XXIII se tendrá que hacer uso de la lengua vernácula, porque si no la gente no se entera de nada.
¿Puede recordar qué intención tuvo el Concilio a la hora de revisar esta forma litúrgica?
Justamente el buscar una participación más activa, más piadosa, más plena y más fructuosa de la liturgia. Pero para muchos fue como un permitir una creatividad o una licencia para que cada uno hiciera lo que le parece. Así lo dice el Santo Padre en la carta que manda junto al Motu Proprio a los obispos: las acciones litúrgicas no son una acción privada, sino una acción de la Iglesia. Se pide por tanto que la gente sea fiel a la forma de celebrar, “con decoro y fidelidad a los libros litúrgicos promulgados tras el Concilio Vaticano II, sin excentricidades que fácilmente degeneran en abusos”.
¿Esto tanto en un sentido como en otro?
Pienso que también hay abusos en la interpretación de muchos de la liturgia posconciliar como una vía libre para introducir todas las genialidades y originalidades indebidas; de esa manera se pierde el sabor a Cristo dentro de la liturgia. Se dificulta la comunión con Dios porque lo que se va buscando sobre todo es algo que hay que hacer aparte de la liturgia para atraer a la gente. Que se queden en la anécdota, en la homilía que es muy buena, en el gesto simbólico de la Misa o en el canto, el baile y los aplausos. ¿Pero dónde queda el Señor? ¿Dónde está su sacrificio y todo el misterio de su amor entregado que celebra la liturgia?
¿Significa todo esto que queda vetado el uso de esta liturgia Tridentina?
Vetado no, pero sí restringido. Restringido para el bien de los fieles. De hecho, en el punto seis de la “Traditionis Custodes” dice claramente: “cuidar de no autorizar la creación de nuevos grupos” y, en otro punto dice, “comprobar que estos grupos no excluyan la validez de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II”. Entonces si están celebrando en el rito anterior porque excluyen la validez de la reforma, en el fondo están excluyendo la guía del Espíritu Santo que fue quien reformó, quien hizo la gran revolución del Concilio Vaticano II, que fue un paso adelante, como fue Trento en su época.
El Espíritu guía a la Iglesia. Lo dice el Papa también expresamente a los obispos: “dudar del Concilio es dudar del propio Espíritu Santo que guía a la Iglesia”. En ese sentido, el Papa tiene una responsabilidad junto con los obispos, una potestad colegial, para poder conducir a la Iglesia hacia lo mejor.
Si este grupo de fieles entiende que son una Iglesia verdadera, que la otra es la Iglesia falsa y se encapsulan ahí, eso va contrario al Espíritu del Concilio, que es el Espíritu de la comunión. Es fundamentalmente la Iglesia como misterio de comunión y misión.
¿En Granada existen este tipo de grupos?
No, en la diócesis no hay ningún grupo de estas características.
¿Cómo se llevará a cabo la puesta en marcha de la “Traditionis Custodes” en la diócesis?
El obispo diocesano es el que tiene que indicar, en aquellas diócesis donde estén instituidos estos grupos con esta liturgia. Tendrá que comprobar: primero, que esos grupos no excluyen la validez de la reforma litúrgica, que aceptan el magisterio del Concilio Vaticano II y de los obispos; luego, indicar un lugar donde se vaya a celebrar y los días oportunos, de modo que no sea el grupo ni el sacerdote el que decida cuándo se va a reunir y se sepa en toda la diócesis dónde va a celebrarse esa Eucaristía y no se hagan en iglesias parroquiales, ni tampoco se creen parroquias personales.
También manda que las lecturas se hagan en lengua vernácula y que el sacerdote que se encargue sea idóneo, que no solamente presida la Misa sino que también se encargue del cuidado espiritual de sus fieles, que tenga un conocimiento del latín para entender lo que está diciendo. Luego, el obispo tendrá que valorar si esa liturgia está teniendo una utilidad real en el crecimiento espiritual de los fieles, pues puede ser que ese grupo se vaya enrareciendo y se cree una mentalidad de resto.
La liturgia no es una acción privada de un grupo, es una acción de toda la Iglesia. Entonces le corresponde a la Iglesia el dirimir dónde celebrarla, cómo y en qué circunstancias. Habrá que reconocer la utilidad de la liturgia para el crecimiento de los fieles. En otros casos será algo muy buena y se aprobará. No se invalida totalmente, sino que restringe dependiendo de su utilidad pastoral.
Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social