Estudió en el Seminario de Málaga y en el de San Dionisio de la Abadía del Sacromonte. Ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1929, sirvió las parroquias de Capileira y La Herradura. Fue un sacerdote muy virtuoso, inteligente y trabajador. En su última parroquia permaneció sólo durante unos meses, pues fue obligado a marcharse del pueblo. Durante esta estancia en la casa paterna escribió varias cartas a feligresas de La Herradura: No se me olvidan las pruebas de afecto que ayer recibí de parte de Uds. y de esos buenos católicos… ¡Quiera el Señor que mi estancia fuera de ésa sea corta!… Una cosa me preocupa sin cesar: el alma de los niños, cuyos corazones, como la cera, fructificarán el día de mañana, según la figura que hoy se les dé… Yo también tengo deseos de adorar al Santísimo Sacramento en ese bonito rincón y hacer la meditación con ese pequeño grupo…
Hizo un segundo intento de volver a su parroquia que no tuvo éxito. Escribía a comienzos de junio: ¡Quién iba a pensar que mi segunda llegada a ésa iba a ser tan corta y que todos nuestros planes se iban a desvanecer tan pronto! El Señor lo ha permitido, acatemos su santa voluntad. Asume el destierro y la persecución como voluntad divina que debe acatar, después de poner los medios para volver a estar entre sus fieles.
Murió el 11 de agosto de 1936 en “Rosal de la Fuente Santa”, Benemocarra (Málaga), junto al párroco de su pueblo, Francisco Gámez Fernández.
La obligada separación de su parroquia de La Herradura ya es en sí una especie de martirio. El 20 de julio fue destruida la iglesia y las imágenes y saqueada la casa del párroco. La persecución que sufrió en La Herradura culminó con su muerte en Benamocarra. Tenía 31 años. Sus restos están en la cripta de la Catedral de Málaga, sin posibilidad de identificación, como ocurre con otros mártires malagueños, entre ellos los religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y Hermanos Maristas ya beatificados en 2013.