Fecha de publicación: 30 de enero de 2023

Cuando Carmen Chaparro leyó una revista de Santa Rita supo que quería ser misionera. Aquellas páginas le cambiaron la vida, porque, 53 años después, ha vivido su vocación como misionera tal y como deseaba, desde que profesara por primera vez en el año 1969.

“No conocía a nadie, ni a las monjas. No tenía referencia ninguna, sólo por la revista. Y les escribí”. Así comenzó aquella nueva vida impulsada por su único deseo de ser misionera y atraída por la forma de vida de un grupo de monjas en el norte de España, en Navarra, hacia donde se encaminó un día, desde su pueblo natal, Usagre, en la provincia de Badajoz, acompañada por su hermano. En Navarra se encontró con la congregación de las Misioneras Agustinas Recoletas, que el pasado 28 de enero clausuraban las celebraciones en su 75 aniversario de fundación.

La situación de aquella España era muy distinta a la actual. Empezando por el transporte y las ciudades. Ni Carmen ni su hermano conocían Madrid. No sabían cómo ir. Para llegar, tuvieron que comprar una guía y poder así encaminar sus pasos hacia el norte de España, en Tudela, donde les esperaban.

Un inicio con el que poco a poco fue descubriendo “cada vez más a Dios, a Jesús”. “Yo siempre quería la entrega y la misión”, señala Carmen, quien pudo conocer de primera mano esa misión gracias a otras hermanas que habían estado allí. “Había mucha relación con las misiones. Teníamos muchas casas en América y nos hablaban de China”, recuerda Carmen en aquellos primeros años.

MISIONERA EN AMÉRICA LATINA
La vocación misionera de Carmen la llevó a países de América Latina. De otras hermanas había escuchado cómo era la misión en estos países y en China, hacia donde partieron en el año 1931 las primeras monjas contemplativas desde la iglesia de Santa María Magdalena. También aprendió más sobre el fundador Mons. Ochoa, y las cofundadoras, madre Carmela, madre Esperanza y madre Ángeles García.

Brasil fue el primer destino de misión para Carmen Chaparro. La primera dificultad empezó con el idioma, que debía aprender. Tenía 26 años y allí estuvo diez años. “Me dio mucha alegría. Yo, que deseaba tanto la misión. Aquella experiencia en Brasil se me grabó mucho”, señala. También recorrió otros países como Argentina y México, antes de volver a España, donde estuvo en Salamanca y Madrid, y actualmente en el pueblo de Las Gabias, en Granada.

Aquellos años de misionera recorriendo el mundo y España eran muy distintos a los actuales. Acababa de celebrarse el Concilio Vaticano II, encaminado a hacer una Iglesia más abierta al mundo. Y todo era nuevo. En su tarea pastoral, tanto en España como en sus territorios de misión, comenzaron a colaborar más directamente con las parroquias, con la catequesis, la formación teológica, oraciones ecuménicas acompañados por la comunidad de Taizé, llevar la comunión a los enfermos, y enseñar Religión católica en los colegios, entre otras. Todo ello muy en contacto con las personas: “había mucho trato con la gente sencilla del pueblo y participando en todo”, indica.

“Me marcó mucho la experiencia de preparación del bautismo de un matrimonio adulto, que se bautizaron. Había mucha vida en esa parroquia, porque había muchos laicos”, recuerda de su paso por la misión en Brasil. “Y en la misa estábamos ayudando al sacerdote a distribuir la comunión y después visitábamos a los enfermos y les llevábamos la comunión. Esa experiencia fue muy bonita”, subraya.

HERMANA CLEUSA
En esos años de misión, era muy habitual el contacto directo con las comunidades, donde se hacían por ejemplo círculos bíblicos en las familias por grupos, para la evangelización, según nos cuenta Carmen Chaparro.

Entre las hermanas que conoció y con la que compartió misión estaba la hermana mártir Cleusa Carolina Rody Coelho, misionera agustina recoleta asesinada en 1985 en el Amazonas mientras viajaba en barca por el río Passiá, y cuyo proceso de beatificación está abierto, muriendo mártir. “Su muerte supuso una dura pérdida para los pueblos indígenas, que tenían en Cleusa una defensora de su causa y sus tierras”, explican los misioneros agustinos, quienes pidieron al Papa que el Sínodo de la Amazonía de 2019 reconociera a la hermana Cleusa como modelo de entrega al Evangelio.

EN GRANADA
Hoy, Carmen está en Las Gabias, donde continúa su tarea como misionera en el carisma de las agustinas recoletas, en la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación y allí donde se necesita de su presencia.

Recordar sus años de vocación misionera le lleva al agradecimiento a Dios, por la vida vivida. “He vivido este aniversario de 50 años de profesión con mucha alegría, recordando y dando gracias a Dios, porque me tocó vivir un tiempo privilegiado del inicio de la congregación. Y había mucho auge, mucho entusiasmo en la misión, mucha entrega, mucho sacrificio. Un tiempo de mucho crecimiento”.

También le conmueve recordar el ímpetu y la entrega por la misión de aquellas dos primeras jóvenes que salieron de la parroquia de Santa María Magdalena, en el centro de Granada, para irse de misión a China. “Qué valentía y qué celo tan grande por la misión, ellas que salieron de la clausura. Qué valentía sin saber… se ofrecieron. Y cómo vivieron la misión y con qué intensidad, toda su juventud, toda su entrega, y con qué cariño y tanto amor”, explica Carmen. “Estaban deseando aprender chino para dar a conocer a Jesús, para que los demás conocieran a Jesús”, señala. “Eso me estimula y me anima mucho, y hasta me emociona eso en ellas”, concluye.

Paqui Pallarés
Delegada de Medios de Comunicación Social