En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hemos proclamado hoy en el Evangelio según San Juan:
José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús, por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y aloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos.

Oración:
Señor del Descendimiento, Tú has descendido, hasta tener un cuerpo humano y pasar por uno de tantos. Descendiste al seno purísimo de la Virgen. Descendiste en la noche de Belén a un pobre pesebre. Descendiste ante tus discípulos y le lavaste los pies. Finalmente, descendiste a las entrañas de la tierra y fuiste sepultado. Y ahora sigues descendiendo a nuestros altares cada vez que se celebra la Eucaristía. Y desciendes al interior de cada cristiano que comulga tu cuerpo.

Por eso, aquí, ante la imagen de tu cuerpo inerte y entregado, evocamos a esos dos de tus discípulos, Nicodemo y José de Arimatea. Ellos son discípulos que llegan tarde y cuando parece que todo acabó. Son de los débiles y temerosos, y nos resulta fácil identificarnos con ellos. Al mismo tiempo, ambos son los destinatarios de tu mejor regalo, porque reciben tu santo cuerpo.

Te pedimos, Señor, por ésta tu hermandad y por la comunidad de monjas jerónimas del Real Monasterio de San Jerónimo. Y Te pedimos que nunca dejemos de celebrar el sacramento de la Eucaristía y que sintamos que cada vez que comulgamos desciendes a nuestra realidad. Llama, Señor, a jóvenes que se atrevan a ser sacerdotes, a cuyas manos puedas descender para llegar a todos los que necesiten de Ti, de tu Vida y Resurrección. Danos sacerdotes, Señor. Y danos siempre tu cuerpo santo.

Padre Nuestro que estás en el Cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu Voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén

Francisco Tejerizo
Vicario General de la ciudad de Granada

30 de marzo de 2018
Plaza de las Pasiegas, Viernes Santo