Evangelio de San Mateo.
Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. 46 A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron: «Está llamando a Elías». Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo». Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: «Verdaderamente este era Hijo de Dios». Palabra del Señor.

Oración:
Señor Jesús, Tú nos has redimido, es decir, has cargado con las consecuencias de nuestros pecados, y nos has dado una fuerza y una gracia que no nos merecíamos. Te pedimos por cada uno de los hermanos de esta Cofradía; para que experimenten lo que los amas, el perdón que le concedes gratuitamente. Danos a todos los que creemos en ti, la fuerza para perdonar las afrentas que otros nos hagan, y poder cargar con los defectos de los demás. Que podamos aceptarnos como somos, y aceptar a los demás en sus debilidades. A ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro que estás en el Cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu Voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén

En el interior de la Catedral, ante la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de la Salud
Madre de los enfermos, consoladora de los afligidos. Te hacemos presente a todos los enfermos que necesitan de tu maternidad. Para que sientan cercano tu consuelo, para que no desesperen si la enfermedad es grave o la dolencia fuerte. Haznos también saber estar cerca de los afligidos y desconsolados, que no pasemos de largo ante los que están lacerados por el dolor. Asiste con cuidado amoroso a los que están en una enfermedad terminal; ya sabes que nos cuesta abandonar nuestro peregrinar en este mundo, pues estamos hechos para la vida y no para la muerte. Da vigor al que se esté preparando para el encuentro con el Padre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Miguel Ángel Morell
Canónigo del Cabildo de la Catedral
Rector del Seminario Menor Virgen de Nazaret