Querida Iglesia de Granada: el Día de la Iglesia Diocesana es un momento muy oportuno para ahondar en nuestra conciencia de pertenencia a la misma. Ella conforma este Pueblo que en unidad camina alentado por la voz de su Pastor hacia los verdes pastos de la tierra de promisión, la vida que no acaba.
La Iglesia es en definitiva “agricultura” o labranza de Dios (LG 6), la cual es plantada como viña elegida, unida a la verdadera Vid a la que estamos indispensablemente vinculados, y sin la cual no podemos hacer nada. Siendo un único cuerpo está realmente formado por una multiplicidad de miembro de tal manera que en verdad cuando uno de ellos sufre o está en peligro todos los demás corren a su encuentro, para cada cual aportar según su medida o capacidad, protección, consuelo, ayuda, curación y defensa. Cuando uno de ellos recibe alguna gracia, todos son beneficiados de alguna manera, y gozan por tanto con júbilo fraterno.
Esta belleza, reflejo de la presencia divina en medio de nosotros, es el faro que nos atrajo a todos los que formamos parte de Ella en algún momento existencial de nuestras vida, y nos sedujo de una manera irreversible (Jer 20, 7), reconociendo en nuestro Señor presente en medio de ella, como Aquel que colma nuestros anhelos de eternidad.
Somos una gran familia, donde cada uno de los componentes lo es solo en vinculación con el resto, y en relación con cada uno de los miembros que la componen.
Por eso quiero aprovechar la ocasión para darle gracias a Dios por cada uno de nosotros porque con vuestra colaboración a través de distintos medios y la ayuda de Dios hacéis posible que el nombre de Cristo y su reino se hagan presente en medio del mundo.
Recibid mi afectuosa bendición.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada