Fecha de publicación: 16 de septiembre de 2016

Una gran parte de vosotros habéis estado, a lo largo del día, desde por la mañana temprano, preparando la Ofrenda floral. Yo creo que es el momento de darLe gracias al Señor, de una manera especial por ese tiempo de gracia que es la Ofrenda floral.

Son flores y algunas son institucionales. Pero cuando un niño te da una rosa y te dice “es para que la pongan con las demás junto a la Virgen” y es lo que trae; o cuando las personas no les ven el rostro –y lo habéis visto los horquilleros que estabais allí-, un rostro de súplica; o una cría adolescente desconsolada porque en muy pocos meses había perdido a su abuela, a un tío y a un hermano suyo, y no tenía consuelo. Y venía, sin embargo, a poner una flor.

Yo creo que eso nos da el contenido de esta Eucaristía. Y ese contenido empalma perfectamente con la Imagen que veneramos, con la Patrona de Granada, a la que tanto amamos todos. ¿Por qué? Porque desde la muerte de Cristo no hay sufrimiento humano. El Señor se ha unido con la naturaleza humana, con la condición humana, con la humanidad, y con cada uno de nosotros, con cada hombre y con cada mujer, de una manera especial y única, poderosísima, en el bautismo, hasta el punto de que no somos nosotros, es Cristo quien vive en nosotros. Somos miembros de su cuerpo. Él está en nosotros. Pero de alguna manera, también misteriosa, con todo hombre y con toda mujer, bautizados y no bautizados, creyentes y no creyentes, buenos y malos, practicantes y no practicantes. Cristo ama a todos, aunque no todos tengan el privilegio y la gracia de conocer ese Amor, y de poder vivir de él, como se nos ha sido dado a nosotros.

Pero lo cierto es que no hay sufrimiento humano, no hay dolor, fatiga, preocupación humana a la que Cristo sea ajena. Y que no sea una cierta parte de la pasión de Cristo. Y nosotros que estamos más cerca de la Imagen, en esta Eucaristía ¿cuál es nuestra misión? Al ofrecer el pan y el vino, ofrecer todo aquello que han ofrecido los granadinos y que no se ven. Las flores se ven, pero con las flores van muchas otras cosas que no se ven y que valen infinitamente más que las flores.

Le presentamos al Señor todo eso. Quisiera recordar algunas personas concretas, especialmente una. Era un matrimonio y según han pasado me han dicho: “Somos de Venezuela, pidan por nuestro país, pidan mucho a la Virgen por nuestro país. Es horroroso lo que estamos viviendo”.

Era como confiar a mi, a la Iglesia y a la Virgen la súplica por la paz en Venezuela, en un momento de extrema dificultad. Pero todos conocemos. Basta estar un poco al día de lo que pasa en el mundo. Somos conscientes de lo que tantas personas, amigos nuestros, personas nuestras que conocemos, que han venido a ofrecer a la Virgen su amor y, al mismo tiempo, a pedirLe protección, misericordia, la gracia de Cristo. Alguien que me pedía por la enfermedad grave, le decía “hay que pedirLe al Señor: el milagro, pero luego si no es voluntad de Dios el milagro, sencillamente podamos vivir bien y que uno esté preparado para ir al Cielo, para ir al Encuentro con el Señor, para ir a la muerte sin ningún temor, porque son los brazos del Padre lo que nos aguarda cuando lleguemos del otro lado de la muerte”.

Vamos a ofrecer con el Pan y el Vino nuestra propia ofrenda, la ofrenda de vuestro trabajo, del de hoy, del de tantos días, la vida entera, y vamos a ofrecer todo lo que los granadinos han ofrecido esta tarde al ofrecer sus flores.

Que el Señor nos lo devuelva por mediación de su madre convertido en frutos de gracia, de la misma manera que el pan y el vino que ofrecemos nos lo devuelve hecho el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que ese sufrimiento, esas peticiones, esa ofrenda, que el Señor las escuche abundantemente.

Miles de veces habré dicho yo esta tarde “que la Virgen te bendiga”, “que la Virgen te proteja”, “que la Virgen nos bendiga”, “que la Virgen nos guarde”, “que la Virgen nos proteja”. Señora, sabemos que Tú nos proteges, sabemos que no nos abandonas, que no abandonas a tu pueblo, que la muerte de Cristo tiene un poder explosivo de comunicar amor y bondad y misericordia y gracia, y eso es lo que Te pedimos: que nos des tu gracia, que no nos falte nunca tu gracia.

Es un templo jubilar donde estamos celebrando esta Eucaristía. Es uno de los días más significativos del año en la Basílica de la Virgen de las Angustias, en esta Eucaristía del final de la Ofrenda floral, vamos a aprovecharla también para que ese derramarse sobreabundante de la gracia y de la misericordia del Señor venga sobre nosotros.

Al final de la Eucaristía, antes de cantar el Himno a la Virgen, rezaremos un Padrenuestro por las intenciones del Santo Padre, y así hacemos explícito el gesto común de nuestro deseo de ganar el Jubileo.

Le pedimos al Señor por nuestras necesidades y las de todos los hombres.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

15 de septiembre de 2016
Basílica de Nuestra Señora de las Angustias

Escuchar homilía

Palabras finales de la Eucaristía en el día de la Ofrenda floral a la Patrona.

Una de las principales preocupaciones del Santo Padre es la paz en el mundo en este momento. Está muy en puertas, en Asís, el Encuentro con personas de otras religiones, el que pueda haber un diálogo entre religiones y culturas que permita de algún modo contribuir positivamente a la paz. Eso es lo que nosotros como cristianos estamos empeñados en ellos. Y aunque haya otras personas que no la deseen o no la busquen nosotros creemos que el corazón del hombre está hecho para el bien y, por lo tanto, para la búsqueda de la cooperación, de la comunión y de la paz. Vamos a ofrecer por esas intenciones el Padrenuestro que ofrecemos en este momento y luego cantamos el Himno a la Virgen y terminamos con la bendición.

Quisiera dar las gracias a todos los hermanos. Sé que preparar la fiesta de la Virgen de las Angustias supone un trabajo inmenso y, al mismo tiempo, es una gracia inmensa que a través de vuestro esfuerzo recibe toda el pueblo cristiano de Granada y de muchos otros sitios. Y mucho pueblo no cristiano que también se acerca a Dios con motivo de la celebración de la Virgen de las Angustias. Hoy doy las gracias especialmente a los hermanos horquilleros que han estado todo el día trabajando para hacer posible la Ofrenda floral. Pero todos. Hay muchas más personas que están poniendo su energía, y su generosidad, y su tiempo, y una fuerza física que a veces casi no tienen, y sin embargo el amor sostiene su trabajo y su entrega. Gracias a todos.

Rezamos el Padrenuestro por las intenciones del Santo Padre. Todos juntos… Padrenuestro que estás en el Cielo…..

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

15 de septiembre de 2016
Basílica de Nuestra Señora de las Angustias

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