Suelen decir los estudiosos que el nombre de nazareno puede tener dos etimologías. Una, en el pueblo judío, existía una institución que se llamaba el “nazireato”, los nazirín, que eran niños que habían sido consagrados desde el momento del nacimiento, por su madre, normalmente, o por el padre; a veces incluso desde el seno de la madre. Tú, Señor, viviste consagrado a Dios porque estabas unido a tu Padre desde toda la eternidad. La otra etimología es derivada del nombre de Nazaret y todos recordamos aquella frase de Natanael: “¿Pero es que de Nazaret puede salir algo bueno?”. No era un pueblo querido el pueblo de Nazaret. Por lo que fuera, tenían mala fama. La gente los despreciaba.
En esta Estación de Penitencia, última de este Miércoles Santo de este año, nosotros Te pedimos, Señor, por todos aquellos a quienes hemos despreciado en nuestro corazón o explícitamente a lo largo de nuestra vida; a quienes hemos tenido por menos, a quienes no hemos prestado atención, a quienes hemos marginado o desechado. Por todas aquellas ocasiones en las que, como dice el Papa Francisco, hemos contribuido a la cultura del descarte, del menosprecio, de la indiferencia. Señor, no nos dejes ser absorbidos por esa cultura. Haz que en nuestros corazones triunfe aquello de San Pablo: considerar a los demás mejores que nosotros mismos.
Padrenuestro que estás en el Cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu Voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
Miércoles Santo, 23 de marzo de 2016
Plaza de las Pasiegas