Fecha de publicación: 4 de abril de 2015

El último cortejo de nuestra Semana Santa lleva a Cristo Resucitado y habla de Nuestra Señora de la Alegría. La alegría es un bien que todos los hombres deseamos. Nadie, seguramente, con sinceridad podría decir ‘no, no quiero estar alegre’. Todos queremos estar alegres. Todos deseamos estar alegres. Pero es tan difícil, es casi imposible, encontrar una alegría que no se acabe los lunes, que no tenga resaca, que no pueda destruir una enfermedad o una desgracia.

Tú y Tu Resurrección, Señor, nos da la posibilidad de una alegría que nada ni nadie pueden destruir. Una alegría que es compatible con dolores muy grandes, incluso con heridas muy grandes, porque es una alegría a nivel más profundo. No hace falta olvidarse de la enfermedad, de la muerte, del mal, del pecado. Nosotros sabemos que tu amor es más grande que la muerte, que el mal, que el pecado, que todo. Por eso Señor nosotros Te damos gracias. Y no cerramos la Semana Santa. Desemboca en esa súplica de que la alegría de tu Resurrección llene nuestra vida, acompañe nuestra vida, sostenga nuestras vidas, nuestras familias, nuestras relaciones humanas, todas.

Padrenuestro
Que estás en el Cielo
Santificado sea tu Nombre
Venga a nosotros tu Reino
Hágase tu Voluntad
En la tierra como en el Cielo
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Amén.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

5 de abril de 2015
Plaza de las Pasiegas