Elaborado por la Pastoral bíblica de la Diócesis de Granada, del domingo 30 de noviembre de 2025.

Comenzamos un nuevo tiempo cargado de ilusión y esperanza, un tiempo que nos invita a estar vigilantes y atentos porque el Señor va a venir a nuestra vida, a nuestro mundo. Junto a este comienzo se inicia también un nuevo ciclo litúrgico, el llamado ciclo A, que corresponde al evangelio de Mateo. Como seguidores de Jesús de Nazaret hemos sido llamados a vivir los valores del Reino y a anunciarlo con gestos y palabras, haciendo presente en la vida de la gente su fuerza humanizadora y salvadora. Todos nosotros con el espíritu de la esperanza queremos avanzar en este Adviento, atentos y vigilantes a la llegada de ese niño que viene a recordarnos que cada persona es importante, que cada ser humano brilla con luz propia en un mundo que necesita ser iluminado.

«VENID, SUBAMOS AL MONTE DEL SEÑOR, A LA CASA DEL DIOS DE JACOB» (Is 2,1-5)

Cada tiempo tiene sus circunstancias y problemáticas, aun así, la lectura del profeta Isaías de este domingo, tal vez, nos lleve a pensar que las cosas no han cambiado tanto. El profeta vivió en una época difícil, agitada por fuertes cambios políticos, con un panorama internacional bastante nublado, y una política interior donde los problemas sociales y religiosos estaban a la orden del día. La paz era un bien escaso y el horizonte se oscurecía más cada día.

Ante este escenario no cabe otra palabra que la esperanza, esa esperanza que se hace posible en medio de la adversidad.  Esta revelación que lleva a cabo Isaías requiere un tono positivo y optimista en vista a levantar el ánimo de su pueblo. El profeta les dirá que Dios va a reunir a todas las naciones en su monte santo para una reconciliación universal, para una paz desarmada y sin fisuras: “de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”, donde los lamentos serán escuchados y la “paz desarmante” tendrá lugar.

El pueblo ha de subir al monte del Señor para escuchar la palabra de Dios. El Señor es quien hará “salir” su Palabra para instruir en sus caminos y hacernos transitar por sus sendas. Es su proyecto: atraer hacia sí a todo ser humano. Este itinerario contiene un signo esperanzador: todos los pueblos buscarán la unidad y la comunión. Jerusalén será restaurada, se venerará al Señor en su Templo, y el “pueblo de Dios” será luz de las naciones. Se trata de una manifestación del fin de los tiempos, expresada como culminación y plenitud: “Dios será todo en todos” y “todos los pueblos caminarán a su luz”. Este es el mayor anhelo del creyente, caminar a la luz del Señor.

«ESTAD EN VELA, PORQUE NO SABÉIS QUÉ DÍA VENDRÁ VUESTRO SEÑOR» (Mt 24, 37-44)

En el evangelio de hoy, el evangelista nos deja para la reflexión una actitud concreta: hay que estar alerta para no ser sorprendidos. Mateo, con su pedagogía habitual, nos ofrece cuatro ejemplos de personas sorprendidas por los acontecimientos y exhorta a la vigilancia y a la espera activa.

En el primer ejemplo (vv 37-39), el no estar vigilantes a la venida de Jesús es comparado con la situación de la humanidad en los tiempos de Noé, donde la mayoría de las personas, no estaban preparadas para los acontecimientos que sobrevinieron. Los días previos al diluvio la gente comía, bebía y se casaba. Luego, el diluvio llegó sin esperarlo y arrastró a todos, no por su falta de fe sino por su descuido e inconsciencia. Así será también la venida del Hijo del hombre.

El segundo y tercer ejemplo (vv 40-41) son similares y reflejan a dos hombres y dos mujeres ocupados en su tarea cotidiana, con resultados diferentes, porque la situación cambiará para uno de ellos. De ahí la repetición de la advertencia, a mantenernos despiertos, en constante vigilancia.

El último ejemplo (v 43) hace referencia al dueño de una casa e insiste en la necesidad de prepararse para un acontecimiento que sucederá en tiempo desconocido: “si supiera el dueño de la casa”. Si no es posible conocer el día y la hora la única opción que nos queda es estar preparados para que la venida del Señor no nos encuentre dormidos, buscando otras cosas. El dueño de la casa no sabía que iba a venir el ladrón y, por tanto, no tenía por qué estar en vela. Sin embargo, a los discípulos se les exhorta a vigilar.

Velar es una forma de vivir y de relacionarnos con Jesús, que lleva al cristiano al compromiso con la justicia, con la paz, en una espera activa y transformadora.

LA PALABRA HOY
Comienza el Adviento y todo nuestro ser se pone en movimiento. Nuestra vida está necesitada de la dinámica de Dios, de un itinerario que hay que mirar con ojos de niños. Un niño va a nacer, lo esperamos, nuestro mundo lo necesita, por eso estamos expectantes, atentos. De ahí nuestra espera. Anhelamos una esperanza que no defrauda, que no abandone nuestros frágiles anhelos al lado del camino. Una gran invitación la de este domingo: vigilar, estar atentos, el tiempo está llegando, el momento es propicio ya está aquí.

Carmen Román Martínez, OP.

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