Elaborado por el Secretariado Diocesano de Pastoral Bíblica.
Celebramos este domingo la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Contemplamos a Dios que es comunión de personas, modelo de unidad en la diversidad. Nuestra oración acompaña este domingo la vida de nuestros hermanos y hermanas contemplativas que consagran su vida a la contemplación del Misterio Trinitario y, de manera silenciosa, elevan su oración por la Iglesia y por las necesidades del mundo.
EL TESTIMONIO DE LA SABIDURÍA
La primera lectura recoge el testimonio de la Sabiduría que acompaña el hacer creador de Dios. El autor del libro de los Proverbios nos desvela, con lenguaje sapiencial y poético, el secreto de la actuación divina. Llama especialmente la atención la mirada contemplativa de la realidad: la tierra, los manantiales de agua, la hierba, los cielos, las nubes… todo es tocado con mimo por la mano creadora y sabia del Padre. La imagen de la sabiduría que juega ante el trono de Dios evoca la familiaridad y la nota característica del hacer divino. Dios crea con amor y con sabiduría.
Por eso, el salmo nos invita a alabar a Dios cuyo nombre es admirable, porque al pronunciarlo recordamos las huellas de su amor en la creación. La contemplación de lo creado nos sobrecoge y emociona. Todo evoca la pasión de Dios por la humanidad. El hombre es el centro de la creación y Dios le da vida, le corona de gloria y dignidad, le confía la obra de sus manos.
EL AMOR DERRAMADO EN NUESTROS CORAZONES
El amor de Dios también se manifiesta en la entrega de su Hijo Jesucristo y en el don del Espíritu. La Santa Trinidad mira a la humanidad con amor. En la segunda lectura, San Pablo canta al amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Un amor que nos reconcilia con Dios y pone en nuestros corazones la esperanza de participar plenamente en la vida divina. Un amor que ha sido derramado en nuestros corazones, a través del Espíritu, que acompaña y sostiene nuestra vida con la certeza de que el proyecto amoroso de Dios no defrauda.
Recordamos este domingo el lema jubilar tomado de la carta a los romanos. “La esperanza no defrauda”. La certeza de que Dios nos ama de forma única y personal y de que este amor ha sido revelado en la historia nos capacita para vivir cada situación, incluso la tribulación, con la conciencia de que hemos sido salvados en esperanza. Vivir con sentido cada momento de la existencia es el fruto de la esperanza de participar de la comunión con Dios que nos aguarda. La Santa Trinidad nos invita a entrar en su comunión de vida.
HABLARÁ DE DIOS
Retomamos este domingo un pequeño fragmento de los discursos de despedida que leemos en el evangelio de Juan (cc. 13-17). Jesús pide a sus discípulos que se dispongan a acoger el Espíritu que les conducirá a un conocimiento en plenitud del Misterio revelado en Jesús.
Quizá la clave de lectura en este solemne domingo de la Santísima Trinidad reside en el hecho de que el Espíritu nos permite conocer más profundamente a Jesús porque gozan de la comunión trinitaria. Los versículos evangélicos muestran la comunicación de vida y la comunión de las tres divinas personas.
Padre, Hijo y Espíritu Santo son comunidad de amor y de vida. No hemos de olvidar que la comunión trinitaria es el modelo de la comunión y de unidad en la pluralidad a la que somos invitados todos los seguidores de Jesús. Mostraremos al mundo el rostro trinitario de Dios cuando seamos signo de esta unidad.
LA PALABRA HOY
Nos cuesta ponernos de acuerdo. A veces escuchamos o nosotros mismos decimos: “¡Pues yo no cedo! ¡Siempre tengo que dar mi brazo a torcer!”. En cuantas ocasiones salimos de nuestros encuentros “sacando músculo”, convencidos y envalentonados de habernos reafirmado más en nuestras ideas, pero sin haber generado un mínimo espacio de comunión.
La contemplación del Misterio de la Santa Trinidad nos revela que la unidad nace de mirar evangélicamente al mundo que nos rodea y de vivir desde la comunión, reconociendo cuánto hay de bueno en los demás y poniendo lo nuestro servicio de Dios y los hermanos.
Ignacio Rojas Gálvez, osst
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