Comentario bíblico en la Solemnidad de la Epifanía del Señor.
La celebración de la manifestación del Señor a todos los pueblos nos recuerda anualmente que el Evangelio es Buena Noticia para todos. Hoy celebramos que Cristo es Luz de todos los pueblos. La humanidad es invitada a recorrer, junto con los Magos venidos de Oriente, el camino de la esperanza al encuentro con Él.
Llegará tu luz
La primera lectura está tomada del Trito-Isaías (cc.56-66) que tiene como temática central la restauración de Jerusalén tras el regreso del exilio. En los versículos que leemos hoy el profeta describe cómo la luz del Señor llegará a la Ciudad Santa e iluminará a todos sus habitantes. El júbilo y los efectos deslumbrantes de la luz resplandecen en medio de una humanidad envuelta en tinieblas. La ciudad que había sido el oprobio de los pueblos será un faro radiante que atraerá a todas las naciones. La luz del Señor trae consigo la vida (hijos e hijas que regresan a la ciudad), la vitoria sobre el mal (el mar que se vuelca sobre la urbe) la prosperidad y el reconocimiento de las gentes (riquezas, dromedarios, oro e incienso).
El Salmo 71 canta cómo el rey recibe en su palacio a los reyes de todos los pueblos que le presentan sus dones y le reconocen como servidor de Dios que actúa en favor de los pobres y humildes.
Pablo proclama que la luz destinada a iluminar a todos es la luz del Evangelio. Así, lo leemos en la carta a los Efesios. El Apóstol ha sido enviado a anunciar a los gentiles el misterio escondido durante siglos y ahora revelado por el Espíritu. También ellos son miembros del cuerpo de Cristo y herederos de las promesas.
Un niño con su madre
El relato evangélico recoge el cumplimiento de lo anunciado por Isaías: “llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor”. El niño de Belén es luz de los pueblos. El relato de Mateo es muy rico en detalles y deja, al menos, seis puntos para la lectura orante de la Palabra.
El primero de ellos nos invita a poner la mirada en la estrella que guía hasta Jerusalén a unos astrólogos que se sienten interpelados por lo insólito de la visión. Un signo del cielo. Un signo de Dios que despierta la curiosidad de estos expertos y que es capaz de ponerlos en camino. Ellos se dejan guiar. También podemos poner la atención en la incredulidad de las autoridades judías y su reacción ante lo que escuchan por boca de los peregrinos. Herodes percibe que el niño es una amenaza y pide a los sabios que escruten la Escritura. Oída la Palabra, paradójicamente, solo los Magos paganos se ponen en camino con la esperanza de encontrar al verdadero Rey. Otro punto destacable del relato es la experiencia gozosa de los Magos. Guiados por la estrella llegan a Belén y experimentan una inmensa alegría. El hallazgo provoca en ellos un movimiento interior de gozo que anula el cansancio del largo viaje y las dificultades vividas en Jerusalén. La luz de la estrella desaparece y ahora son iluminados interiormente por lo que ven.
La visión de los Magos ocupa el lugar central en el evangelio de hoy. La sencillez de la escena lo dice todo y, seguramente, para Mateo es lo más importante del relato. Los paganos se alegran ante lo que ven. No hay nada espectacular que desvíe la atención de lo esencial: un niño con su madre.
El quinto punto son los dones que los Magos presentan al niño. En nuestra cultura se han convertido en lo principal de este día. El mayor don es el que reciben los Magos. Los regalos son el reconocimiento de todos los pueblos a la condición real del niño que yace en el pesebre. Finalmente, el último punto es el camino de regreso de los Magos. No desandan el itinerario recorrido, sino que, después de haber encontrado al Rey de los judíos, sus vidas toman otro rumbo y regresan por un camino diferente.
La Palabra hoy
En estos días vemos filas de gente en supermercados y tiendas. Somos capaces de madrugar e irnos corriendo a las puertas de los comercios, deseando ser los primeros, o confiando en no quedarnos sin lo que deseamos. Regalamos nuestro tiempo esperando nuestro turno. Transitamos, año tras año, los mismos caminos de ida y de vuelta. Queremos tener y cuando tenemos lo deseado, nos cansamos de ello.
En este año jubilar se abre para nosotros la puerta de la esperanza. Es el mejor regalo que podemos recibir. Es un camino diferente de afrontar la vida. En nuestro mundo ya hay “signos de esperanza” que nos muestran que es posible llenar de sentido nuestra existencia, saciar nuestras ansiedades y calmar nuestros agobios, apostar por lo que no caduca. En “un niño con su madre” está nuestra esperanza, recorramos el camino hacia él reconociendo los signos de su presencia en nuestro mundo.
Ignacio Rojas Gálvez, osst