Fecha de publicación: 23 de octubre de 2024

Ofrecemos la reseña sobre el retiro celebrado este mes con Mater Christi.

La tribulación es una parte inherente del camino hacia la santidad. De hecho, ningún católico con fe que siga a Cristo está libre de debilidades y conflictos interiores, especialmente cuando los principios emanados del Evangelio se ven desafiados constantemente en la vida cotidiana.

Con esta premisa, el retiro espiritual de Mater Christi, celebrado el pasado sábado 19 de octubre, profundizó en la tribulación como una experiencia habitual para quienes se niegan a sí mismos, toman su cruz cada día y siguen a Cristo (Lc 9, 23). Es bien sabido que no puede haber salvación sin pasar por la cruz, ya que sin cruz no hay victoria.

Durante el retiro, se analizaron las causas y factores espirituales asociados a la tribulación, recordando la importancia del sacramento de la Penitencia. Este sacramento nos ayuda a cerrar las puertas del pasado y evita que Satanás ocupe las parcelas del alma, razón por la cual a menudo se reincide en los mismos pecados.

No obstante, las aflicciones y tribulaciones, como señala San Agustín en su sermón 2, actúan como advertencias y correcciones. Además, ejercen de filtro en nuestra conciencia para que reluzcan los auténticos principios y necesidades de la vida de fe. Por otro lado, permiten conocerse a sí mismo, con virtudes y defectos, y ayudan a purificar el alma de imperfecciones, generando un efecto de consuelo al prójimo cuando se experimenta el abrazo de Cristo Jesús (Benedicto XVI, 30 de mayo de 2012).

Finalmente, en este Año de la Oración, el rezo del Santo Rosario, la oración más querida por la Santísima Virgen María, se convierte en un medio seguro para enfrentar las vicisitudes de la vida. El Rosario es, como decía San Juan Pablo II en Rosarium Virginis Mariae, “un compendio del Evangelio, ordenado a la contemplación del rostro de Cristo con los ojos de María, a través de la repetición del Ave María”. Amemos esta oración y recemos con fe y esperanza, recordando que “la paciencia de Dios es nuestra salvación” (2 Pe 3, 13-15a).

Mater Christi, Granada