El 13 de agosto se celebra la festividad de santa Filomena.
El culto a Santa Filomena, y también las preguntas sobre su identidad, surgen en Roma el 25 de mayo de 1802, durante las excavaciones en la Catacumba de Priscila en la vía Salaria. Se descubrieron entonces los huesos de una joven de trece o catorce años y un pequeño vaso que contenía un líquido considerado sangre de la Santa. El nicho estaba cerrado con tres tejas de barro sobre las que estaba escrito: “LUMENA PAX TE CUM FI”.
Se creyó que, inadvertidamente, se había invertido el orden de los tres fragmentos, escritos entre el siglo III y IV d.C., y que en realidad tenía que leerse: “PAX TE / CUM FI / LUMENA” o sea: “La paz sea contigo, Filomena”. Los signos decorativos alrededor del nombre, sobre todo la palma y las lanzas, hicieron pensar que los huesos pertenecían a una mártir cristiana de los primeros siglos. En esa época, en efecto, se consideraba que la mayor parte de los cuerpos presentes en las Catacumbas pertenecían a las persecuciones de la época apostólica.
Estas reliquias fueron llevadas a Mugnano del Cardinale, provincia de Avelino, a la iglesia dedicada a la Virgen de las Gracias, donde se encuentran aún hoy en día.
En esta ciudad comienzan a suceder los primeros milagros, narrados por Mons. De Lucia. Al saber de los milagros, el Papa León XII concedió al Santuario la lápida original, que había sido trasladada anteriormente al lapidario Vaticano.
En 1833, la “Revelación” de la religiosa Sor María Luisa de Jesús contribuyó a la difusión del culto a Santa Filomena en Europa y en América. De esta manera, personajes conocidos, como Paulina Jaricot -fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe y del Rosario viviente- y el santo Cura de Ars recibieron la curación completa de sus males por intercesión de la santa, y desde entonces fueron devotos fervientes.
Es gracias a la biografía elaborada por Sor María Luisa que se obtiene la historia de la Santa. La religiosa afirmó que santa Filomena en persona le había narrado su vida en varias “revelaciones”. Filomena era hija de un rey de Grecia que se convirtió al cristianismo y por ello logró ser padre de familia. Filomena se consagró a Dios a los trece años, con un voto de castidad virginal.
El emperador Diocleciano declaró la guerra a su padre, y la familia se vio obligada a trasladarse a Roma para tratar la paz. El emperador se enamoró de la joven, pero al ser rechazado la sometió a una serie de tormentos de los cuales siempre fue salvada, hasta que la hizo decapitar. Dos anclas, tres flechas, una palma y una flor son los símbolos representados sobre las tejas en el cementerio de Priscila, que se interpretaron como símbolos del martirio.
Sin embargo, un estudio más profundo de los restos arqueológicos confirmó la ausencia de la palabra “martyr”, por lo que se abandonó la idea de su muerte a causa del martirio; además, se comprobó que en el pequeño vaso que estaba al lado de los huesos no había sangre, sino más bien perfumes típicos de las sepulturas de los primeros cristianos.
En definitiva, el cuerpo era de una joven muerta en el siglo IV después de Cristo, en cuyo sepulcro se utilizaron tejas con inscripciones de un sepulcro precedente. La Sagrada Congregación para los Ritos quitó entonces del calendario el nombre de Filomena, en la Reforma Litúrgica de los años 60 del siglo pasado. Pero el culto se mantuvo.