El 7 de abril se celebra la festividad de San Juan Bautista de la Salle, sacerdote fundador de los hermanos de las escuelas cristianas.
Los maestros de todos los tiempos y lugares no podrían tener un mejor patrón que él. En efecto, esto lo declararò el Papa Pío XII solo 50 años después de su canonización. Puede ser que Giovanni Battista haya encontrado la inspiración en su familia: primogénito de 10 hijos, quedó huérfano de ambos padres a los 21 años. Estudia en el seminario y, al mismo tiempo debe cuidar a sus hermanos. Esto no le impide hacer la profesión de sus votos religiosos y obtener su doctorado en teología de manera brillante.
El arzobispo de Reims le asigna diversos encargos a Juan Bautista y comienza a cuidar la educación de los jóvenes, colaborando en las escuelas de Adriano Nyel, un laico que ha dedicado su vida a la escuela popular. Juan Bautista inmediatamente se da cuenta de que algo falta: los maestros están mal preparados y sin estímulos. Él se da cuenta que es allí donde se deben tomar medidas correctivas: la enseñanza debe ser una misión y los estudiantes merecen tener maestros bien formados. Luego mira a su alrededor, estudia, observa los métodos de las mejores escuelas, toma una casa alquilada y se muda con estos maestros, instruyéndolos él mismo. Les enseña que las lecciones ya no deben ser individuales, sino colectivas, prefiriendo la organización de escuelas en clases; da prioridad a la lengua materna – francés – en comparación con el latín en el aprendizaje de lectura, también presta atención a las necesidades morales y no solo culturales de los maestros.
La multitud de maestros que se reúnen en torno a Juan el Bautista son laicos y no sacerdotes, aunque si él va desarrollando la idea de que deben dedicar sus vidas enteramente a sus estudiantes, dejar de casarse y tener una familia. Por eso los viste con una sotana negra y una pechera blanca, un manto y zuecos campesinos y les ofrece una primera regla de vida que comenzó a escribir en 1685. Casi diez años después fue elegido superior de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, la congregación que fundó después de ese primer experimento. Nace así la primera congregación formada completamente por maestros varones que permanecen laicos, porque él quiere que sean capaces de instruir no solo en la fe, sino también en el conocimiento y las profesiones. Con ellos alcanza algunos objetivos pedagógicos importantes: le da importancia al método simultáneo en la enseñanza primaria que será gratuita en las escuelas fundadas por él; organiza escuelas vespertinas y dominicales para jóvenes trabajadores e inventa al antepasado de la enseñanza moderna en los campos técnico, comercial y profesional.
A medida que la congregación crece, también crecen las críticas contra él. El fundador comienza a ser atacado por el alto clero de París, luego por algunos sacerdotes de la parroquia, también por la autoridad civil. Por tanta adversidad se verá obligado a transferir todo a la aldea de Saint-Yon, cerca de Rouen. Juan Bautista reacciona a las puñaladas retirándose en oración, en aislamiento penitencial, meditación y estudio. Los llamados “maestros de la calle” lo acusarán de ser pagado por sus alumnos, de disfrutar de privilegios reservados para las corporaciones profesionales, de mantener una comunidad de maestros sin las autorizaciones necesarias. Infamias gratuitas y sin fundamento. De hecho, en 1702, después de una visita canónica, fue depuesto como superior. Reaccionó diciendo: “Si nuestro instituto es la obra del hombre, no puede dejar de caer; pero si es obra de Dios, cualquier esfuerzo para destruirlo será en vano”. Cuando muere, en 1719, tiene ya 23 casas y unos diez mil estudiantes. En sus funerales se agolpan casi Treinta mil personas procedentes del pueblecito donde se había refugiado.