El 23 de noviembre se celebra la festividad de San Clemente I, Papa y mártir.
Conocido como Clemente Romano fue el cuarto Papa, del 88 al 97. Luego de asumir como Papa en el año 88, restableció el sacramento de la confirmación según el rito de San Pedro. Además, autorizóel uso de la palabra améncomo señal de conformidad y adhesión en la liturgia católica.
Se le recuerda como “Padre Apostólico” por su Carta a los Corintos, escrita al clero de la ciudad de Corinto en el año 96, en la que da muestras de su afán por la reconciliación. “¿A qué vienen entre vosotros contiendas, riñas y guerras? ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? (…) Revistámonos de concordia, manteniéndonos en la humildad y en la continencia, apartándonos de toda murmuración y de toda crítica, manifestando nuestra justicia más por medio de nuestras obras que con nuestras palabras”.
El emperador Trajano no tuvo en cuenta estas palabras y ordenó su destierro a Crimea en el año 99. Clemente tuvo que realizar trabajos forzados junto con otros 2.000 cristianos. Allí, según la tradición, convirtió y bautizó a muchísimos paganos. También obró un milagro: rezó y logró que brotara una fuente de agua cristalina para que bebieran los obreros de una mina de mármol.
Como era costumbre en esta época de persecución a los cristianos, las autoridades romanas le exigieron que adorara a Júpiter. Al negarse, fue arrojado al mar atado a un ancla de hierro, pero una gran ola devolvió el cuerpo a la orilla. Esto permitió que, en 860, Cirilo llevara sus restos a Roma. En el lugar de su sepultura luego se construyó una iglesia.
Sus reliquias son veneradas en la iglesia que lleva su mismo nombre.