Me da mucha alegría estar con vosotros, queridos jóvenes de los grupos de jóvenes de las Hermandades y Cofradías de Granada.
Estamos celebrando la fiesta de San Juan Evangelista, que lo vimos dormido, en el paso de la oración en el huerto. Pero era un apóstol bien despierto y joven como vosotros y siguió a Jesús hasta el final. Vamos a pedirle que nos ayude a seguir también a Jesús, que eso es ser amigos de Jesús. Vamos a comenzar, pues, reconociendo que muchas veces no somos amigos de Jesús; que muchas veces lo traicionamos; que muchas veces, pues, como Pedro, lo negamos. No digo que lo vendamos como Judas, pero sí a veces tenemos al Señor muy al margen de nuestra vida.
Querido D. Román, capellán de este monasterio;
querido D. Javier, Delegado de Pastoral Juvenil;
queridos D. Alberto y D. José Ramón, sacerdotes concelebrantes;
querido presidente de la Federación de Cofradías;
querido Presidente de la Cofradía del Huerto;
queridos miembros de Juntas, Cofradías y Hermandades de Granada;
queridas hermanas Comendadoras de Santiago, que nos acogéis en vuestra casa; queridos jóvenes cofrades:
Como os decía, es para mí una alegría poder compartir con vosotros esta fiesta de San Juan Evangelista y este discípulo, que Jesús lo llama, es el “discípulo amado” de Jesús, es amigo de Jesús. Santa Teresa de Jesús, de cuya diócesis provengo, decía de sus tiempos, siglo XVI: “En estos tiempos recios, en ellos hacen falta amigos fuertes de Dios”. Pues, fijaros en los nuestros. Y con vuestra presencia aquí, queridos jóvenes, estáis haciendo una manifestación de que queréis ser amigos de Dios, amigos de Cristo, que es lo que es San Juan Evangelista. Este joven discípulo de Juan el Bautista que pasa por allí, Jesús y Juan el Bautista les hace un traspaso, no de fútbol; le dice: “Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Y Juan y Andrés se ponen a seguir a Jesús a distancia. Jesús se percata y le pregunta: “¿Qué buscáis? Señor, ¿dónde moras?, ¿dónde vives?”. Querían tener una cercanía con Jesús, querían saber de Jesús. Había en ellos algo que les llevaba a seguir al Nazareno, a ser cristianos, en definitiva, a ser de Cristo. Jesús llamará después a seguirLe, precisamente a ser cristianos, al seguimiento suyo. Y Jesús les dice: “Venid y lo veréis”. Y nos dice el evangelista, el propio San Juan, que escribía su Evangelio, ya muy viejito, siendo el discípulo más joven, se dice que estuvieron con él hasta las 15 horas de la tarde. Estuvieron un largo rato con Jesús. Qué hablarían con Jesús que quedaron prendados y empezaron a seguir de tal manera que Andrés, el otro que iba con Juan, se encuentra con su hermano Pedro y le dice “hemos conocido al Mesías”, y lleva a su hermano Pedro a que conozca a Jesús y Jesús los elige.
En esos rasgos del Evangelio, en sus trozos, vemos también nuestra vida, vuestra vida. Estáis en vuestras hermandades y cofradías como jóvenes, forma parte de vuestra vida cristiana, es vuestra manera de ser cristiano, heredada de vuestros mayores. Seguro que lo han sido vuestros padres, vuestros abuelos, lo son vuestros hermanos, lo sois vosotros. Y queréis que un día eso continúe; continúe en vuestros hijos, continúe eso que forma parte de la esencia de Granada, pero no sólo cultural, no sólo porque sea muy bonito o porque exprese unos sentimientos, sino porque es vuestra forma de ser cristiano.
El Papa Francisco dice que la religiosidad popular es la fe encarnada en un pueblo. ¿Se entendería Granada sin la Semana Santa? ¿Se entendería Granada sin sus hermandades y cofradías? Heredada de vuestros mayores, con sus características, con sus reglas, con su manera de ser, con su historia, con sus costumbres, con sus pasos procesionales, con sus imágenes benditas. No se entendería. ¿Os entenderíais vosotros como cristianos sin vuestras hermandades y cofradías? Qué os atraen, que vais por ahí, que salís con los pasos, que os metéis en la organización, que queréis ser… pues arrimar el hombro, nunca mejor dicho. Y todo eso es cristiano. Pero todo eso se quedaría en puro costumbrismo si no hay lo que tenía Juan Evangelista. Conocimiento de Jesús, razón y amor, que es lo que hemos pedido. Aprender de Juan el Bautista, la razón y el amor. Juan es el teólogo y evangelista teólogo. Juan es el que sigue a Cristo hasta el final. Cuando los demás apóstoles lo abandonan, Juan sigue con él. Y en el Nazareno, al que han seguido los momentos de gloria y de los milagros, Juan el Bautista lo sigue después en la cruz, y aunque se queda dormido en el huerto, y aquí lo tenemos, pero no se quedó dormido después, siguió a Jesús y siguió a Jesús hasta la cruz, y recibió el mejor regalo que pudo recibir de Jesús: recibió a la Virgen como Madre. Por eso, el Misterio de María va inseparablemente unido al Misterio cristiano y, por eso, va inseparablemente unido a vuestra cofradía. No se puede separar la Virgen de Cristo y no se puede separar Cristo de la Iglesia. Y la Iglesia para vosotros se hace realidad en vuestro hermandad y cofradía unida a vuestra Iglesia, en este caso a vuestro Obispo, a la Iglesia de Granada, que preside en la caridad el Papa Francisco.
Por tanto, usar la razón. Y la razón significa formarse como cofrades. No se ama lo que no se conoce y hay que conocer. La cofradía tiene que ser. Y sobre todo, para vosotros, jóvenes, un conocimiento no sólo de las costumbres, de los estatutos, de la hermandad, de la cofradía, sino lo que hay detrás: el amor a Jesucristo. Conocer a Cristo. Y si conocéis a Cristo, os enganchará. Y si conocéis a Cristo, lo amaréis. Pero conocer a Cristo con la cabeza, formándose el Catecismo, la formación que termina con niños de Primera Comunión. Ya no estáis en la edad de “Jesusito de mi vida”. Ahora hay problemas, ahora tenéis problemas, tenéis dificultades, tenéis contrariedades, tenéis asuntos en la vida que os hacen plantearos preguntas sobre la existencia. Y ahí está Cristo y hay que formarse. ¿Qué me dices, Señor, para esta situación? ¿Qué me dices, Señor, para mi vida? ¿Qué quieres que yo haga en mi vida, en mi familia, en mi noviazgo, en mi trabajo, en mi desempleo, en esta situación que se me presenta como cristiano, como cofrade? ¿Cómo tengo que actuar? ¿Cómo tengo que vivir? Y lógicamente, el amor a Cristo, de ahí nacerá.
Con ese corazón que tienes, con ese corazón con el que te emociones ante el paso de tu hermandad, con ese corazón que se vuelve sensible, con ese corazón que te hace llevar y te hace llorar y que sólo quiere Dios, también. Porque también somos sensibilidad, y también somos emoción, y también somos todo eso. Y entonces, Jesús mismo llora; llora por su amigo Lázaro, que ha muerto. Llora por Jerusalén, porque no se convierte. Y Dios no puede forzar nuestra libertad, y llora. Hay una Iglesia que se llama “Dominus Flaevis” (“Mirando a Jerusalén”), como nosotros miramos la Alhambra, como miramos el Albaicín. Pues, hay una Iglesia que es la de ”Dominus Flaevis”. Jesús lloró, el Señor lloró. Y entonces, todos esos sentimientos, tu conocimiento de Jesús te lleve a quererlo y a seguirlo como cristiano con tu manera de ser, con tu cofradía, con tus costumbres, con tu tradición. Y eso sois vosotros, el presente. Los mayores pasarán, como han pasado los que nos han antecedido y os toca a vosotros coger el testigo y os toca a vosotros ser cofrades de verdad, cofrades que es ser hermanos unos de otros, porque esa es otra dimensión de una hermandad. Su nombre lo indica. Y cofradía. En este mundo nuestro, tan individualista en que cada uno va a lo suyo, ¿por qué en Semana Santa y en los preparativos de la hermandad la gente se aúna más y no hay condición social? Y no hay “tú eres de este partido o del otro, o tú eres de esta manera o de otra”, sino que se está todo a lo mismo: porque está Dios por medio.
San Juan nos habla de Cristo concreto. Por eso, hemos escuchado lo que existía desde el principio: lo que oyeron nuestros oídos, lo que vieron nuestros ojos, lo que palparon nuestras manos, son verbos de experiencia. Ver, oír, tocar. Porque Juan Evangelista toca a Cristo. Cristo, queridos amigos, no es una idea. Los cristianos no seguimos una ideología, eso que se habla ahora tanto y que estropea tantas cosas. Nosotros seguimos a alguien que está vivo. Es Cristo, que no es un personaje que se nos muere, muere y se nos queda en la noche de la historia. Nosotros no seguimos a Cristo ni vamos al sepulcro de Cristo como si estuviera enterrado allí. Nosotros seguimos a alguien que está vivo, a alguien que sentimos, a alguien que ha resucitado, a alguien que es nuestro amigo y que en estos tiempos, como decía Teresa de Jesús, necesita de vosotros, amigos fuertes de Dios. Y podemos tener temporadas… pero Cristo siempre va a ser amigo tuyo, porque tienes que corresponder y tienes que tratarlo porque los amigos se tratan. Se dice en mi tierra que “el roce hace el cariño”. Y hay que tratarlo. Y hay que tratarlo rezando. No os acostéis ninguna noche sin rezar. No os dé vergüenza. No mirar para otro lado a ver si os ven rezar o no, que eso no nos tiene que dar vergüenza. Rezar, porque rezar es hablar con Dios; es contarLe nuestras cosas y pedirLe ayuda, es darLe gracias. Y rezar también pasa por la Iglesia. Decía aquel “Dios está en todas partes, pero donde más para es en la Iglesia”. Venid a echar un rato y ante la imagen titular de tu hermanad, sí señor. Y no esperes a Semana Santa. No esperes a los preparativos, sino vivir esto con una fuerza, con una intensidad… Me parece que estoy siendo claro, ¿no?
Pues vivir esto. Y no nos tiene que dar vergüenza. Y ser cofrade con todas las consecuencias. ¿Qué pasa? A mucha honra ser cofrade en Granada. Y porque lo han vivido vuestros mayores, lo vais a transmitir hecho vida a vuestros hijos, a vuestros hermanos, a quienes se fijen en vosotros. Y entonces, todo esto, nos ayudará a ser imitadores de Juan Evangelista con Cristo. A palpar con vuestros sentimientos el Misterio de Cristo, a tener una cercanía con Él, a seguirLe. Y seguirle, no teóricamente, no siendo amigo a temporadas, no. Siendo amigos de verdad. Pecadores, con defectos, que los tenemos todos. Pero, Dios te perdona acudiendo al Sacramento de la Penitencia, que también es bueno. Las hermandades y las cofradías, limpiar la chimenea de vez en cuando. Ahí a todos nos viene bien y, sobre todo, cuando viene la Semana Santa, hay que darse un repaso, que eso me parece que está en los estatutos y en las reglas de todas las cofradías, digo yo, y si no lo pongo yo. Entonces, uno va limpio a la procesión y a uno le ayudará eso cuando venga la procesión por dentro, cuando vengan las dificultades y cuando venga el dolor, cuando venga la enfermedad que nos habrá de llegar. Y vamos a acudir a la Virgen, que fue el gran regalo que recibió Juan Evangelista, y con él todos nosotros. Cuando Jesús en la cruz le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y con Juan, estábamos todos. Y luego le dijo: “Hijo, ahí tienes a tu madre”. Y nos dice el Evangelio que Juan no es que la recibieron en su casa, la recibió como algo suyo. Por eso, María es inseparable del Misterio cristiano. Por eso, María siempre nos acompaña. Por eso, no se puede ser buen cofrade si no se es mariano, si uno no quiere a la Virgen y nosotros tenemos como emblemática la vocación de la Virgen de las Angustias. Por tanto, que tiene a Cristo en su regazo. ¿Qué contraste, verdad? De la Virgen que tiene al Niño en pañales, a la Virgen que acoge en sus brazos a Cristo muerto. Pero Cristo está vivo, está resucitado, está a nuestro lado.
Vamos a vivir con estos sentimientos. Yo voy a pedir por vosotros, para que vuestra fe sea fuerte y seáis amigos fuertes de Dios.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo coadjutor
27 de diciembre de 2022
Catedral de Granada