La beata Gisella, hija de Enrique II de Baviera y de Gisella de Borgoña, nació a fines del siglo X. Es hermana menor de san Enrique II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Contrajo matrimonio en la abadía de Scheyern, en suelo bávaro, en el año 996 con el primer rey de Hungría, Esteban el Santo. Fue la primera y más importante colaboradora de su marido en su obra de implantación del cristianismo entre los húngaros, fundando y enriqueciendo con magníficos dones los monasterios e iglesias del reino.
En 1031 murió su hijo san Emerico único heredero al trono húngaro, en una cacería cuando un jabalí lo atacó. En 1038, cuando tenía 42 años, murió también su santo cónyuge.
Vinieron muy pronto momentos tristes, porque el sucesor de san Esteban, Pedro Orseolo de Hungría, la privó de sus bienes, e incluso en 1045 fue obligada a abandonar Hungría.
Volvió a Baviera, de donde procedía, y se refugió en el monasterio benedictino de Niedenburg en Passau, donde llegó a ser abadesa. Murió hacia el 1060 y fue sepultada en el mismo monasterio. Su tumba fue meta de peregrinaciones, y de veneración por parte de los fieles. En 1908 se realizó un reconocimiento de las reliquias.