Esta muchacha romana parece que era hermana de una bisabuela de san Ambrosio de Milán el cual la recordaba con afecto.
Soteris descendía de una larga línea de cónsules y prefectos. Desde muy joven consagró su virginidad a Dios y para evitar los peligros a que estaba expuesta, se negó resueltamente a portar cualquier ropaje o adorno que hiciera resaltar su belleza. Su virtud la preparó para confesar la firmeza de su fe, cuando se inició la persecución de Diocleciano y Maximiano contra los cristianos y ella fue obligada a comparecer ante los magistrados. Por orden del juez la abofetearon y Soteris dio gracias al cielo por verse maltratada en la misma forma que su Salvador. Aunque el juez mandó que la torturaran cruelmente, no consiguió que la santa exhalara un gemido o derramara una lágrima. Al fin, vencido por su constancia, ordenó que fuera decapitada.
Debemos admitir que no sabemos claramente si todo esto sucedió a un mismo tiempo o en varias etapas. Puede ser que santa Soteris haya sido aprehendida y torturada cuando era una jovencita durante la persecución de Decio y que cincuenta años después, bajo Diocleciano, alcanzara la corona del martirio, al morir decapitada por su fe. Prácticamente hablando, sólo basamos nuestro conocimiento de esta mártir en dos pasajes de san Ambrosio. Al mismo tiempo se sabe por el “Hieronymianum” que originalmente fue sepultada en Roma, en la Via Apia. Una de las catacumbas, cuya ubicación es difícil determinar, llevó su nombre.
Su cuerpo fue trasladado posteriormente por mandato del Papa Sergio II, a la iglesia de San Martino dei Monti.