San Cecilio, fue enviado a España junto a otros seis discípulos: Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio y Hesiquio. Fue el primer obispo de Granada cuando la ciudad, aún bajo la dominación romana, se llamaba Ilíberis, y murió martirizado en un horno de cal en el monte Ilipulitano, junto al valle del Darro, asesinado por los soldados del emperador Nerón por no renegar de su fe en Jesucristo. Tengan un recuerdo para él y para sus compañeros mártires cuando el día de la romería afronten las siete cuestas que suben hasta el templo abacial.
La historia también cuenta que, en 1595 en este monte de Valparaíso, «monte pelado de piedras azules», varios buscadores de oro encontraron una mina que los cristianos cerraron y taparon tras la conquista árabe para que sus riquezas no cayeran en manos enemigas. En ella, aparecieron unos restos humanos junto a una lámina de plomo que, en extraños caracteres grabados a buril, contaba el martirio que sufrió un tal Mesitón y que estaba enterrado ahí mismo.
El impacto que produjo en Granada tan sorprendente descubrimiento no sería más que el modesto comienzo de una vertiginosa serie de nuevos hallazgos. A los cinco días se localiza una nueva plancha esta vez con la historia de Hiscio, discípulo de Santiago, que había padecido martirio de fuego durante el segundo año de reinado de Nerón. Valparaíso se convertía así en un «Monte Sagrado». El tercer plomo encontrado narra la muerte de Tesifón, otro discípulo del apóstol que, según la lámina sepulcral que acompañaban a estos restos, era un árabe que antes de su conversión se llamaba Aben Attar.
Las excavaciones continuaron y poco despues descubrieron unos libritos de hojas redondas de plomo, conservados en piedras horadadas. El arabista Miguel Hagerty, autor de la primera versión castellana de los libros plúmbeos, al reconstruir la historia de aquellos descubrimientos, cuenta cómo el propio Ambrosio de Vico, maestro mayor de las obras de la Catedral y autor del primer plano de la ciudad, fue también testigo de uno de esos hallazgos como también lo fue la niña Isabel Ruiz, que encontró la plancha más significativa, la que sería la primera piedra de la Abadía: una lámina cuya inscripción latina informaba del martirio de San Cecilio en aquel lugar, el 1 de febrero del año 55. Se encontraron un total de 22 libros de plomo.
El Sacromonte, «convertido en relicario de los restos» del patrón de Granada y de otros once mártires de la fe cristiana se convirtió en un lugar de peregrinación para la ciudad que llenó de cruces la colina que subía hasta el Sacromonte mientras don Pedro de Castro asumía la ingente tarea de levantar junto a las cuevas, una gigantesca Abadía.